Los maras señalan el camino que nos lleva a estar completamente despiertos y vivos a través de dejarnos morir momento a momento, de abandonarnos al final de cada espiración. Cuando despertamos, podemos vivir plenamente sin buscar el placer ni evitar el dolor, sin volver a reconstruirnos cuando nos caemos a pedazos.
LA NOCHE QUE HABÍA de alcanzar la iluminación, el Buda se sentó bajo un árbol y, estando allí sentado, fue atacado por las fuerzas de mara. La historia dice que le dispararon espadas y flechas y que dichas armas se convirtieron en flores.
¿Qué significa esta historia? A mi entender, lo que quiere decir es que lo que normalmente consideramos obstáculos no son verdaderamente nuestros enemigos, sino nuestros amigos. Lo que llamamos obstáculos son en realidad la forma que tienen el mundo y toda nuestra experiencia de enseñarnos dónde estamos atascados.
Podemos experimentar como flor lo que parece ser una espada o una flecha. Que experimentemos lo que ocurre como un obstáculo y un enemigo, o como un profesor y un amigo, depende totalmente de nuestra percepción de la realidad. Depende de nuestra relación con nosotros mismos.
Las enseñanzas nos dicen que los obstáculos se presentan tanto a nivel interno como a nivel externo. En este contexto, el nivel externo es la sensación de que algo o alguien nos ha hecho daño, quebrando la paz y armonía que creíamos nuestras. Algún desaprensivo lo ha echado todo a perder. Este tipo de obstáculos se da en las relaciones y en muchas otras situaciones; podemos sentirnos decepcionados, dañados, confundidos y atacados de muy diversas maneras. Las personas hemos estado sintiéndonos así desde el principio de los tiempos.
En cuanto a los obstáculos internos, quizá nada nos ataque realmente excepto nuestra propia confusión. Quizá no haya otro obstáculo que nuestra propia necesidad de protegernos cuando nos sentimos tocados. Quizá nuestro único enemigo sea que no nos gusta cómo es la realidad ahora, y por tanto deseamos que se aleje rápidamente.
Pero en la práctica del camino descubrimos que nada se va nunca hasta habernos enseñado lo que tenemos que aprender. Si corremos a toda prisa al otro extremo del continente para evitarnos un obstáculo, encontraremos el mismo problema esperándonos al llegar. El obstáculo va volviendo con nuevos nombres y formas hasta que aprendemos lo que tiene que enseñarnos respecto a dónde nos separamos de la realidad, cómo nos retraemos en lugar de abrirnos, cómo nos cerramos en lugar de permitirnos experimentar plenamente lo que sale a nuestro encuentro sin dudas ni retiradas.
Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet