miércoles, 19 de agosto de 2015

TEORÍA DEL ROL COMPLEMENTARIO


Con aportes de muchas escuelas psicoterapéuticas, estas teorías intentan demostrar que la búsqueda de la pareja se encamina tendencialmente hacia las personas que sean mas capaces de desempeñar el rol necesario para sostener nuestras neurosis. Es decir, buscamos a aquellos y aquellas con quienes reproducir la situación de conflicto internalizada que define a quienes somos o reafirma la vigencia de nuestro argumento de vida.

Así, para el planteo psicológico clásico las situaciones emocionales irresueltas en nuestra infancia configuran el trauma que da punto de partida a nuestro conflicto y abre la puerta a la repetición neurótica de la situación dolorosa. Para conseguirlo busco y encuentro personas a quienes pueda percibir como capaces de actuar de forma similar a los personajes de mi historia infantil. Quiero decir, personas suficientemente parecidas casi siempre a alguno de mis padres por identidad o por oposición.

Un gran trabajador de los condicionamientos de nuestra conducta, John Bradshaw, conmovió al mundo cuando desarrolló su concepto de niño herido. Simplificando al extremo la idea, se diría que cada uno de nosotros ha dejado la infancia con el registro del daño recibido a manos de los mayores (violencia, desprecio, desamor, maltrato) y hemos archivado esas lastimaduras en una estructura que Bradshaw llama “el niño interior”, interiorización del niño que alguna vez fuimos que sigue sufriendo por aquellas heridas y busca sanarlas. Desde esta visión, si no me doy cuenta de reparar por mi mismo ese condicionamiento, terminaré eligiendo mi pareja entre aquellos que creo que pueden hacerse cargo de ese niño.

Eric Berne decía que anida en nosotros una especie de experto en psicología, él lo llamó “El pequeño profesor”. Es tan intuitivo, decía el creador del análisis transaccional, que con una sola mirada es capaz de diagnosticar el juego que el otro juega y decidir si se complementa con el nuestro.

La teoría del complemento sustenta también de alguna manera la tesis que desarrollo en nuestro libro Amarse con los ojos abiertos. Nos acercamos por las afinidades pero nos mantenemos juntos por las diferencias, porque son ellas las que nos permiten utilizar los conflictos como herramientas de nuestro crecimiento y considerar al otro mi maestra o maestro cuando discutimos (en lugar de tratarlo como un enemigo), para poder enriquecerme con todo aquello de lo que el otro es capaz y yo no...

Y podría seguir enunciando teorías que intentan explicar el encuentro de dos que deciden armar una pareja.

Pero hay un aspecto enigmático relacionado con la selección de pareja que ninguna teoría termina de explicar.

Durante el curso de tu vida, vos has conocido a miles de personas, haciendo un cálculo conservador, supongamos que varios cientos de ellas resultaron lo suficientemente atractivas físicamente o tenían el suficiente éxito como para llamar tu atención. Cuando reducimos este campo la teoría de intercambio social podríamos llegar a cincuenta o cien personas de este grupo selecto, quienes tendrían un “valor de puntos” combinando igual al tuyo o superior. Lógicamente, vos tendrías que haberte enamorado de varios cientos de personas. Y sin embargo, la mayoría de los individuos solamente se han sentido profundamente atraídos por algunas pocas personas. Conclusión: algo falta en las teorías.

Y creo que lo que falta es justamente lo inexplicable, el verdadero misterio, la magia.

Porque es ciertamente inexplicable que alguien “pierda la cabeza” por otra persona, que alguien no pueda pensar en otra cosa que el amado, que alguien llore durante semanas esperando un llamado de aniversario que no llegó... Estas emociones violentas e irracionales que pueden suceder únicamente cuando ese alguien está enamorado.

Es que estar enamorado no es amar.

Porque amar es un sentimiento y estar enamorado es una pasión.

Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay
Fotografía  tomada de internet