Las pasiones por definición son emociones desenfrenadas, fuertes, absorbentes, intensas y fugaces como el destello de un flash, que son capaces de producir transitoriamente una exaltación en el estado de ánimo y una alteración de la conciencia del mundo del que la siente.
Hay que entender esto para poder diferenciar después el enamoramiento del amor.
Este caos emocional tiene, lamentablemente y afortunadamente, una duración muy corta: Digo lamentablemente porque mientras vivimos nos gustaría, a pesar de todo, permanecer en la fascinante intensidad de cada una de las vivencias, y digo afortunadamente porque creo que nuestras células explotarían si este estado se prolongara mas allá de unas cuantas semanas.
Inmerso en esa pasión perturbadora, nadie puede hacer otra cosa que no sea estar, pensar o recordar a la persona de la cual está enamorada. Se trata pues de un estado fugaz de descentramiento (uno cree que el centro de la vida de uno es el otro), una especie de locura transitoria que, como dije, se cura sola y en general sin dejar secuelas.
Durante el tiempo que dura el enamoramiento (dicen los libros que entre cinco minutos y tres meses, no mas), uno vive en función del otro, si llamó, si no llamó, si está, si no está, si me miró, si no me miró, si me quiere, si no me quiere...
Estar enamorado es enredarse en un doloroso placer, el de la disolución en el otro.
Si nos detuviéramos a pensarlo en serio nos daríamos cuenta de lo amenazante para nuestra integridad que sería vivir en ese estado.
Juan Carlos Benítez, un escritor costarricense, describe la felicidad de estar enamorado en un texto que creo maravilloso:
Cuando estaba enamorado, había mariposas por todas partes, la voluptuosidad de la pasión me carcomía la cabeza. Durante todo ese tiempo no escribí, no trabajé, no me encontré con los amigos. Vivía pendiente de los movimientos o de la quietud de mi amada, consumía montañas de cigarrillos y toneladas de vitaminas, me afeitaba dos y hasta tres veces por día, hacía dietas, caminatas. Me perseguía hasta la certeza de la paranoia del engaño, pensaba todo el tiempo en besarla, en mirarla, en acariciarla. Durante semanas gasté demasiado dinero, demasiada esperanza, demasiada crema para el sol, demasiado esperma y demasiado perfume.
Escuchaba demasiada música clásica, utilizaba demasiado tiempo, consumí toda mi tolerancia y agoté hasta la última de mis lágrimas. Por eso siempre digo recordando s esos momentos. Nunca he sufrido tanto como cuando era feliz.
La confusión reinante entre estos términos, mas la malintencionada idea de homologarlos, ha sido y es causante de horribles desencuentros en las parejas.
“Ya no es como antes...”, “Las parejas con el tiempo se desgastan...” y “No estoy mas enamorado... me voy”, son algunas de las frases que escucho en mi consultorio y leo en los medios, apoyadas en la idea de que los matrimonios deberían continuar enamorados “como el primer día”. Es muy lindo pensarlo posible, y a uno le gustaría creérselo, pero es mentira.
El estado ideal de una pareja no es el de aquellos primeros meses en que estaban enamorados, sino el de todo el tiempo en que se aman en el sentido cotidiano, verdadero.
Probablemente desde la fantasía, a mi me gustaría estar enamorado de mi esposa después de veinte años, porque estar enamorado es algo realmente encantador. Aunque, con toda seguridad, si yo estuviera enamorado de mi esposa, de verdad enamorado de mi esposa, en este preciso momento no estaría escribiendo este libro.
Si yo estuviera enamorado, sentiría que esto es perder el tiempo.
Si yo estuviera enamorado de mi esposa, en este preciso momento no tendría nada de ganas de estar acá, porque estaría pensando en estar allá, en encontrarme con ella, o en todo caso en escribirle un poema, pero siempre alrededor de ella, porque ella sería el centro de mi vida.
Cuando un vínculo que comienza con esa pasión, estar enamorado da paso al amor, todo sale bien. De hecho nada mejor podría pasarnos.
Pero cuando no conduce allí, el desenamoramiento sólo deja detrás de si una sensación de ciudad devastada, la ruina emocional, el dolor de la pérdida, el agujero de la ausencia.
Y uno se pregunta: ¿Por qué terminó? ¿Porque no cierto?
¿Porque era poco? ¿Porque era mentira?...no. Se terminó simplemente porque era una pasión.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay
Fotografía tomada de internet