Uno de los temas que surgen cuando hablo de enamorarse, reenamorarse y amar de verdad, es la demostración, es decir, cuán demostrativo es el otro.
Siempre digo que demostrar quiere decir probar sin lugar a dudas que algo es verdad. Si yo tengo que demostrarte es porque parto de la idea que vos no me creés, de lo contrario no hay demostración necesaria.
Entonces pregunto: ¿Por qué tendría que demostrar que te quiero? ¿Para probártelo?.
¿Quién es el que duda y necesita pruebas?
Si vos sos el que no creés este es un problema tuyo, no un problema mio. ¿Por qué habría yo de demostrarte que te quiero?.
Nadie “tiene que” demostrar nada.
Borremos de la frase el verbo demostrar, porque suena terrible.
Para mi, el reclamo de la demostración afectiva implica en si mismo un sinsentido.
Si yo te dijera que tengo una cicatriz verde en la palma de mi mano, vos podrías creerme o no creerme. Si me creés, lo hacés antes de que abra la mano. Porque si me creés sólo cuando abro la mano y la pongo frente a tus ojos, entonces, le creés a tu vista, no a mi. Si yo tengo que demostrar que tengo una cicatriz verde en la mano, es porque no me creés, entonces te la muestro y luego vos pensás que me creés porque la viste. Pero seguís sin creerme, sólo le creés a tus ojos.
Nadie te puede demostrar el amor, porque en la demostración le creés a lo que ves, al otro no le creés nada. Otro tanto pasa con la palabra mostrar, que presupone que no ves.
Si de vez en cuando me decís te quiero para mostrarme que me querés, la verdad es que no me sirve, así que no lo hagas. Ahora, si vos me decís te quiero porque es lo que sentís, mas allá de demostrarme nada, por favor no dejes de hacerlo, porque quiero que sepas que me place escucharte. Y a pesar de mi placer nunca lo hagas en función de mi, hacelo en función tuya y de tu sentir o no lo hagas.
No sirven los actos de amor dirigidos a que el otro se entere de que lo quiero.
“Mirá que lindo lo que te regalé para tu cumpleaños, ¿viste cuanto te quiero?...
Esta es una historia mezquina e irrazonable para conseguir que el otro devuelva con la misma moneda.
Claro que me encanta que me quieran, que la gente se acerque y me diga te quiero, pero no para mostrarme que me quiere, sino porque siente ganas de decírmelo. Basta de la aprendida historia absurda de decir Te quiero para escuchar Yo también te quiero.
“Tengo que acordarme de que tengo que comprar un regalo de aniversario, porque si no mi esposa va pensar que ya no la quiero mas”.
(Agrego yo: Mas que pensar, se va a dar cuenta).
Lo importante de toda relación interpersonal no es que yo te diga que te quiero, ni que te lo demuestre. Lo importante es si vos te sentís querido o no.
Por eso propongo que la próxima respuesta que des cuando alguien te diga te quiero sea:
Lo se.
Cuando uno recibe esta respuesta del otro, siente que su sentimiento llega, no hay un eco enfrente, el otro lo registra. Y entonces uno cierra el círculo.
Hay que explorar esto.
Cuando otro me quiere y yo me siento querido, la sensación de satisfacción de ambos es grandiosa. El siente que lo percibo que lo registro, que, de verdad, lo que el siente es importante.
También puede quererme y no ser capaz de actuar lo que siente.
Hay gente que te manda flores todos los días y no te quiere nada. Y también hay gente que vive con otros que nunca han mostrado nada en toda su vida, y sin embargo se siente querida, gente que sabe que aunque el otro no haga las cosas que otros hacen, cuando lo mira a los ojos sabe.
Yo tengo un amigo entrañable que es un tipo de llamar por teléfono, de ocuparse y mostrar y actuar. Me siento muy querido.
Y yo, que por ahí no soy tan actuador de esas cosas o estoy mas ocupado, a veces me siento y le pregunto:
- ¿Vos sabés que yo te quiero mucho? Y el entonces me dice:
- Si, claro que lo se...Vos sos así, yo ya lo se.
Y no está precisando que yo le diga, que me acuerde de su cumpleaños y que le mande un regalo, porque la verdad es que no le hace falta a nuestro amor.
Cuando hago alguna de estas cosas, entonces el registra y agradece.
¿Puedo querer al otro y que el otro no me quiera?
¿Puede ser que a mi me importe mucho del otro y que al otro no le importe nada de mi?.
¿Por qué no?.
Tengo un paciente que, harto ya de que su novia lo despreciara y lo dejara plantado y se fugara los viernes a la noche, un día le dijo:
- Mirá, el viernes te espero en mi casa, si no venís esa noche no vengas mas porque me voy a suicidar. Entonces ella le dijo:
- ¡Pero no! ¿Cómo te vas a suicidar?. Escuchame...
- No hablemos mas. Si no venís, vas a enterarte de mi por los diarios.
El sábado a la mañana suena el teléfono en la casa de el. Mi paciente atiende.
- Hola - escucha
Era la novia
- Hola, no viniste – recrimina el
Pausa. Ella contesta
- ¡Como! ¿No te mataste?
Sucede cotidianamente no es forzoso ni obligatorio que al otro le importe lo que a mi me importa, o que al otro yo le importe tanto como el me importa a mi. Y hay que asumirlo..
Los suicidios relacionados con el amor no son pertinentes.
Se suicida por amor aquel que necesita tanto ser amado por el otro que no se quiere lo suficiente a si mismo. Se suicida por amor aquel que no puede soportar la idea de que la persona que tanto quiere no lo quiera.
El suicidio es en este caso una salida obviamente poco práctica y muy poco saludable. Pero el mayor problema es que la gente utiliza la amenaza suicida para joder al otro.
La idea de amenazar con el suicidio para hacer sufrir, esta protesta a lo Bonzo es una de las pelotudeces que todos deberíamos dejar de pensar.
“Mirá como me mortifico por vos” o ”Te quedás conmigo o salto por la ventana”, constituyen planteos nefastos.
¿Cuál es la ganancia si el otro no te va a querer para disfrutar con vos, sino para que no te mueras?. Se trata de un manejo de culpa. Y la culpa es un sentimiento inventado.
Estamos entrenados para tratar de manejar la conducta del otro. Si yo consigo que vos te sientas culpable, entonces estás en mis manos.
No hay que morir por el otro, sino vivir para disfrutar juntos...