miércoles, 3 de febrero de 2016

EL AMOR QUE NO MORIRÁ


Se dice que en los momentos difíciles, lo único que sana es Bodhichitta. Cuando la inspiración ha desaparecido, cuando estamos dispuestos a rendirnos, este es el momento en que puede hallarse la sanación en la ternura que hay en el dolor. Este es el momento en que puede tocarse el genuino corazón de bodhichitta. 

EL, PADRE DE UN NIÑO de dos años contó que un día puso la televisión y de repente se encontró con la noticia de la bomba que estalló en un edificio federal de Oklahoma City. Observó a los bomberos llevarse los cuerpos heridos y ensangrentados de los niños de la guardería que estaba en el primer piso. Dijo que en el pasado había podido distanciarse del sufrimiento de los demás, pero desde que fue padre las cosas cambiaron. Se sintió como si cada uno de aquellos niños fuera suyo. Sintió el dolor de todos los padres como algo propio. 

Esta conexión con el sufrimiento ajeno, esta incapacidad de mirarlo a distancia, es el descubrimiento de nuestro punto delicado, el descubrimiento de la bodhichitta. Bodhichitta es una palabra sánscrita que significa «corazón noble o despierto». Se dice que está presente en todas las cosas. Así como la mantequilla es inherente a la leche o el aceite es inherente a la aceituna, este lugar delicado es inherente a ti y a mí. 

Stephen Levine describió el caso de una mujer que agonizaba en medio de terribles dolores y sintiendo una desbordante-amargura. Llegada a un punto en que sintió que ya no podía seguir soportando tanto sufrimiento y resentimiento, comenzó inesperadamente a experimentar el dolor de otras personas agonizantes: la madre que se moría de hambre en Etiopía, un adolescente escapado de casa que se moría de sobredosis en un piso mugriento, un hombre aplastado por un corrimiento de tierra muriendo en soledad a la orilla de un río. Ella decía que entendía que no era su dolor, sino el dolor de todos los seres. No era sólo su vida, era la vida misma. 

Despertamos la bodhichitta, la ternura por la vida, cuando ya no podemos escudarnos de la vulnerabilidad de nuestra condición, de la fragilidad básica de la existencia. En palabras del decimosexto Gyalwa Karmapa: «Te lo metes todo dentro. Dejas que el dolor del mundo toque tu corazón, y lo conviertes en compasión.» 

Se dice que en los momentos difíciles, lo único que sana es Bodhichitta. Cuando la inspiración ha desaparecido, cuando estamos dispuestos a rendirnos, este es el momento en que puede hallarse la sanación en la ternura que hay en el dolor. Este es el momento en que puede tocarse el genuino corazón de bodhichitta. En medio de la soledad, en medio del temor, en medio de la sensación de incomprensión y rechazo late el corazón de toda cosa, el genuino corazón de la tristeza. 

Así como una joya enterrada durante millones de años no se decolora ni sufre daño alguno, a este noble corazón tampoco le afectan todos nuestros gritos y pataleos. La joya puede volver a salir a la luz en cualquier momento y brillará como si nada hubiera ocurrido. Por muy entregados que estemos a la maldad, al egoísmo o a la avaricia, el auténtico corazón de la bodhichitta no puede perderse. Está aquí, en todo lo que vive, inmaculado y absolutamente entero.

Pensamos que protegiéndonos del sufrimiento estamos siendo buenos con nosotros mismos, pero la verdad es que sólo nos hacemos más temerosos, más duros y más alienados. Nos experimentamos como seres separados de la totalidad, y esa separación se convierte en una prisión para nosotros, una prisión que nos restringe a nuestras esperanzas y miedos personales y a cuidar únicamente de la gente más cercana a nosotros. Y, curiosamente, si nos dedicamos fundamentalmente a defendernos de la incomodidad, sufrimos. Sin embargo, cuando permanecemos abiertos y dejamos que se nos parta el corazón, descubrimos nuestro parentesco con todos los seres.


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet