Mientras David estaba intentando hacer un nudo en la cuerda, recordó de pronto que un día Angelina le sonrió y le dijo: «David, si algún día no estoy contigo y me echas mucho de menos, quema un poco de incienso». El día que se lo dijo le había convencido para que la acompañara al templo a escuchar una charla sobre el Dharma. Allí, el monje explicó cómo ofrecer incienso para comunicarse. Cuando quemas incienso, deseas comunicarte con el Buda, con los Bodhisatvas y con tus antepasados. Si logramos comunicarnos con nuestros antepasados, podremos hacerlo también con los hermanos y hermanas que nos rodean. El monje explicó el acto de ofrecer incienso para comunicarse. Dijo que el incienso que ofrecíamos debía ser el de nuestro corazón: el incienso de la plena consciencia, de la concentración, de la sabiduría y la visión. David escuchó aquellas enseñanzas junto a Angelina, pero sin prestar demasiada atención. Sin embargo, oyó lo suficiente para recordar aquel evento. Después se fueron del templo y Angelina se volvió hacia él diciéndole: «David, si algún día quieres entrar en contacto conmigo, ofrece un poco de incienso».
Al recordarlo, dejó la cuerda, corrió a la tienda más cercana y compró un paquete de incienso. Pero David no sabía cómo quemarlo. En Plum Village cada vez que ofrecemos incienso quemamos sólo una barrita, pero él usó todo el paquete, y al cabo de unos minutos la habitación se había llenado de humo. Esperó durante quince minutos, media hora, una hora, pero Angelina no aparecía. Entonces recordó lo que el monje había dicho: «Para que puedas comunicarte de veras, has de ofrecer el incienso que procede del corazón, en concreto, el incienso de la plena consciencia. El incienso de la concentración, de la visión». Porque si quemas incienso sin ser consciente de ello, no funcionará.
David se sentó y reflexionó a fondo en su situación. Vio que no había sabido comunicarse con sus padres, con sus hermanos y hermanas, con sus amigos, ni con la sociedad. Incluso había fracasado con Angelina. Empezó a ver que siempre culpaba a los demás de su sufrimiento. Fue la primera vez que tuvo unos momentos de concentración y empezó a descubrir algunas cosas. Era la primera vez en su vida que se había sentado en silencio y había visto que había sido injusto con sus padres, y que si la comunicación no había sido posible, era en parte por culpa de él. Había culpado a todo el mundo, pero no había comprendido hasta ahora que él era el responsable. Incluso había fracasado con una persona tan dulce y bonita como Angelina.
Por primera vez las lágrimas rodaron por sus mejillas y lamentó de veras la forma en que había tratado a sus padres y a sus hermanos, hermanas y amigos. Recordó la ocasión en la que había vuelto a casa borracho, a altas horas de la noche, y había pegado a Angelina y abusado de ella. Reflexionó en todo esto y de pronto una gota de compasión penetró en su corazón, un corazón lleno de sufrimiento y aflicciones. Y siguió llorando. Cuánto más lloraba, más renovado se sentía en su corazón. Experimentó una transformación y empezó a comprender lo que Angelina había intentado decirle acerca de cómo vivir de acuerdo con los Cinco Ejercicios de Concienciación y de la práctica de escuchar profundamente y hablar con afecto. Sintió el deseo de empezar de nuevo y se dijo a sí mismo que si Angelina volvía, se convertiría en una persona distinta. «Sabré cuidar de ella y hacer que seamos felices». En aquel momento alguien llamó a la puerta. Angelina había vuelto. Aunque no había practicado más de una hora, David se había transformado profundamente.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet