Al espirar alivio y amplitud, también favorecemos la disolución de la armadura. La espiración es una metáfora que expresa la apertura de todo nuestro ser. Cuando tenemos algo precioso, en lugar de aferramos a ello estrechamente podemos abrir las manos y compartirlo, podemos regalarlo todo, podemos compartir la riqueza de nuestra indescifrable experiencia humana.
Así, un hombre que sufrió abusos sexuales de niño empieza a recordar plenamente lo sucedido. Sin saber muy bien de dónde le viene el impulso, empieza a inspirar todo el dolor de ese niño desvalido y aterrorizado, y a continuación inspira el dolor de todos los niños en todas partes, de niños que apenas sobreviven debido a la falta de atenciones, a los abusos, a las enfermedades y a la guerra. De repente descubre la bodhichitta.
Siempre podemos descubrir el corazón despierto, ello no es algo que requiera una preparación especial ni por lo que haya que luchar. En los momentos de vulnerabilidad, cuando aún no tenemos una estrategia formada y dudamos de qué camino tomar, la bodhichitta siempre está presente. Se manifiesta como apertura básica, a la cual los budistas llamamos sbunyata. Se manifiesta como ternura básica, como calidez compasiva. Cuando nos movemos como si esperásemos ser atacados, la bloqueamos.
La bodhichitta emerge cuando liberamos la tensión entre esto y aquello, la lucha entre nosotros y ellos.
A nivel relativo, sentimos nuestro noble corazón como parentesco y conexión con todos los seres. A nivel absoluto, lo experimentamos como espacio abierto o ausencia de lugar en que apoyarnos.
Como la bodhichitta no nos proporciona ningún suelo bajo los pies, corta con nuestros conceptos e ideales. No podemos convertirla en un proyecto de ser «buenas personas» o de ser el sujeto con el que siempre se puede contar para todo. Es mucho más incierta que todo eso.
La bodhichitta despierta la ternura, por eso no podemos usarla para tomar distancia. Tampoco podemos reducirla a una abstracción sobre la vacuidad esencial del dolor; no podemos evadirnos diciendo: «No está ocurriendo nada y no hay nada que hacer.»
Lo relativo y lo absoluto trabajan en conjunto para conectarnos con el amor ilimitado. Compasión y shunyata son las cualidades del amor que no morirá.
Experimentar el lugar delicado de bodhichitta es como volver a casa, es como si hubiéramos tenido amnesia durante mucho tiempo y volviéramos a recordar quiénes somos en realidad. El poeta Jalaluddin Rumi escribe sobre los viajeros nocturnos que buscan la oscuridad en lugar de huir de ella, que buscan la compañía de personas dispuestas a conocer sus propios miedos.
Los viajeros de la noche descubren la luz de bodhichitta en los pequeños miedos de una entrevista de trabajo o en los terrores ingobernables impuestos por la guerra, los prejuicios y el odio; en la soledad de la viuda, en la ternura de la pena misma o en el horror de los niños avergonzados o que han sufrido abusos de sus padres.
Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet