Haré referencia a tres aspectos claves que conforman la manera de pensar dogmática:egocentrismo (el mundo gira a mi alrededor), arrogancia / soberbia (lo sé todo) y ausencia de autocrítica e intolerancia a la crítica (nunca me equivoco).
3.- AUSENCIA DE AUTOCRÍTICA E INTOLERANCIA A LA CRÍTICA: NUNCA ME EQUIVOCO
Un pensamiento sin conciencia de sus limitaciones es un pensamiento incompleto. Mantener una saludable actitud crítica significa no aceptar ideas o doctrinas sin haberlas sometido antes a un análisis cuidadoso para evaluar su verdad, su falsedad o las dudas que de ellas puedan surgir. Las personas que no le temen a la crítica son inconformistas y poseen la dosis de incredulidad necesaria para acceder a todo tipo de información sin escandalizarse ni ofenderse.
«Dudar de todo, dudar frente a la afirmación y la negación», promulgaban los escépticos, quienes sostenían que todo pensamiento es incierto y que no tenemos acceso a la verdad definitiva. En el siglo II d. C., Sexto Empírico40 (quizá el mayor divulgador del escepticismo antiguo) sostenía que la «duda» y «cierto relativismo» no sólo eran el mejor antídoto contra los dogmáticos, sino que permitían alcanzar la «tranquilidad del alma», que para ellos no era otra cosa que la «indiferencia».
¿Qué es la autocrítica? Examinar las propias creencias, valores y comportamientos y descubrir, si lo hubiera, lo inútil, lo absurdo o lo peligroso de nuestra manera de pensar. Sospechar razonablemente de uno mismo permite rasgar el velo de las apariencias y ampliar el autoconocimiento. La autocrítica no debe ser siempre destructiva. No se trata de castigarse despiadadamente: abrir la mente a la autobservación y a la autoevaluación inteligente significa dejar entrar la duda razonable y someterse al fuero de la razón.
Para los griegos, la suspensión o la interrupción del juicio (epojé) era una condición imprescindible para describir lo nuevo o comprender la realidad en la cual se está inmerso. El procedimiento consistía en poner las creencias o los valores entre paréntesis por un instante para deliberar libremente: nada de prejuicios y esquemas preventivos, sólo escucha activa. No significaba renunciar a las propias convicciones, porque ellas seguían latentes. Se trataba más bien de darle una oportunidad a las posiciones contrarias. La suspensión del juicio, como método, facilita situarse en el terreno del supuesto adversario y aceptar momentáneamente los principios que el otro defiende para conocer la doctrina rival desde dentro.41
Cuando era estudiante de psicología, asumí desde los primeros semestres una posición antipsicoanalista, posiblemente por el hecho de haber estudiado ingeniería electrónica durante unos años, la cual expresaba cada vez que podía. No me gustaba mucho Freud, porque sus postulados me parecían poco científicos. Un día, el profesor de filosofía de la ciencia, también crítico del psicoanálisis, me hizo la siguiente recomendación: «Tú puedes pensar como quieras; sin embargo, me parece importante que antes de criticar un modelo lo conozcas bien. Te invito a que estudies más la teoría psicoanalítica, que te acerques a ella y la palpes desde dentro. Y, después, toma tu decisión y haz lo que quieras.» Seguí su consejo al pie de la letra: revisé mis opiniones y profundicé en el tema durante bastante tiempo. Al final, me mantuve en la decisión de no adscribirme al psicoanálisis, pero mi postura esta vez tenía otras connotaciones: estaba más fundamentada y había sido producto de una deliberación seria y racional. No sólo había respetado al psicoanálisis, sino a mí mismo.
¿Qué se opone a la autoindulgencia de un yo que es incapaz de revisarse a sí mismo? La autocrítica: autobservación y autoevaluación. Una mente asustadiza nunca se pone a prueba, aunque el precio sea el error o la ignorancia. Se trata de pensar sobre lo que pensamos, analizar lo que analizamos, examinar lo que examinamos, ver nuestra mente en acción de manera completa y sin tanta benevolencia cómplice. ¿Qué se opone a la complacencia del dogmatismo consigo mismo? La duda, el sano escepticismo. Ésa es la vacuna o el antídoto para las falsas certezas. No puede haber pensamiento flexible sin autocrítica.
40. Sexto Empírico (1993). Esbozos Pirrónicos. Madrid: Gredos.
41. Schleichert, H. (2004). Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón. Madrid: Siglo Veintiuno.
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40. Sexto Empírico (1993). Esbozos Pirrónicos. Madrid: Gredos.
41. Schleichert, H. (2004). Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón. Madrid: Siglo Veintiuno.
Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso