domingo, 4 de septiembre de 2016

LA ENERGÍA HABITUAL Y LA RESPIRACIÓN CONSCIENTE


Todos tenemos una energía habitual en nosotros. Somos lo bastante inteligentes como para saber que si hacemos o decimos algo movidos por nuestra energía habitual, estropearemos nuestras relaciones. Sin embargo, a pesar de ser inteligentes, seguimos haciendo y diciendo cosas arrastrados por la ira. Por eso muchos de nosotros hemos causado tanto sufrimiento en las relaciones que mantenemos con los demás. Después de haber hecho daño a alguien, lo lamentas muchísimo y te prometes no volver a hacerlo nunca más. En ese momento eres muy sincero y estás lleno de buenos deseos. Pero la próxima vez que una situación parecida vuelva a presentarse, harás exactamente lo mismo, volverás a decir exactamente lo mismo y causarás el mismo daño una y otra vez.

La inteligencia y el conocimiento no te ayudarán a cambiar tu energía habitual, lo único que puede ayudarte es la práctica de reconocerla, abrazarla y transformarla. Por eso el Buda nos aconsejó practicar la respiración consciente, para reconocer nuestra energía habitual en cuanto se manifieste y cuidar de ella. Si logras abrazar tu energía habitual con la energía de ser consciente, estarás a salvo y no volverás a cometer el mismo error.

Un joven estadounidense amigo mío vino a Plum Village y disfrutó mucho con la práctica durante las tres semanas que estuvo con nosotros. Durante su estancia fue muy estable, compasivo y comprensivo. Un día unos monjes de Plum Village le pidieron que fuera a hacer las compras para la comunidad porque estaban preparando el Día de Acción de Gracias. Mientras las estaba haciendo, descubrió de pronto que estaba comprando apresuradamente y que deseaba terminar la tarea muy deprisa para volver a Plum Village.

Fue la primera vez en las tres semanas que tuvo este sentimiento: el de apresurarse y querer terminar algo muy deprisa. En Plum Village estaba rodeado de hermanos que practicaban con firmeza y aprovechó la energía que irradiaban para que la energía habitual de apresurarse, de estresarse, nunca tuviera la oportunidad de manifestarse. Pero cuando fue de compras a la ciudad estaba solo. Y como no tenía la misma clase de energía apoyándole, la semilla de su energía habitual se manifestó al instante. Rápidamente fue capaz de reconocer esta energía habitual y de comprender que su madre se la había transmitido. Ella siempre estaba corriendo de un lado a otro, deseando terminarlo todo rápido, rápido, rápido. Al descubrirlo, volvió a la práctica de respirar conscientemente y dijo: «Hola, mamá, sé que estás ahí». Después de hacerlo, la energía de apresurarse desapareció sin más. Aquel joven reconoció su energía habitual, la abrazó con la energía de ser consciente y logró transformarla. Recuperó la paz y la firmeza que había experimentado antes de separarse de la comunidad. Sabía que había podido hacerlo sólo porque había practicado en Plum Village.

Todos podemos lograrlo. Siempre que nuestra energía habitual se manifieste, lo único que necesitamos hacer es reconocerla y llamarla por su nombre. Respiramos conscientemente y decimos: «Hola, envidia; hola, miedo; hola, irritación y cólera. Sé que estás ahí, y estoy pendiente de ti. Cuidaré de ti y te abrazaré con la energía de ser consciente». Inspirando, damos la bienvenida a nuestra energía habitual; espirando, le sonreímos. Cuando lo hacemos, nuestra energía habitual deja de dominarnos. Estamos a salvo. Nos hemos liberado.

Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet