lunes, 6 de febrero de 2017

EL PERRITO COJO*








El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: “Cachorros en venta”. Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó:





—¿Cuál es el precio de los perritos?





El dueño contestó: —Entre treinta y cincuenta dólares. El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.





—Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?





El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado.





—¿Qué le pasa a ese perrito? —preguntó.





El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:





—¡Ese es el perrito que yo quiero comprar! Y el hombre replicó:





—No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, yo te lo regalo.





El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:





—No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.





El hombre contestó:





—Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.





El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:





—Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.





El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:





—Hijo, espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.





En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente.





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* Contribución de Carlos Vizcaya, 3 de septiembre de 2001.









Extracto del libro:




La culpa es de la vaca 1a parte


Lopera y Bernal


Fotografía de Internet