Cuatro sesgos o distorsiones que terminan alimentando al monstruo y haciéndolo cada vez menos poderoso: catalogar o etiquetar a las personas; polarización caprichosa: «Los otros son todos iguales»; sobregeneralización; y siempre alerta (o la paranoia del fanático).
POLARIZACIÓN CAPRICHOSA: «LOS OTROS SON TODOS IGUALES»
El pensamiento dicotómico o polarizado atraviesa todo el trasfondo de la mente rígida. En el caso del prejuicio, eliminar la posibilidad de los términos medios y los grises conduce a reafirmar las opiniones radicales. Si digo: «Las lesbianas lo único que quieren es sexo», fortalezco el prejuicio porque elimino de manera radical los matices «a veces», «en ocasiones» o «algunas lesbianas». Lo único significa «nada más». O una probabilidad cero para cualquier otra opción. Por ejemplo, si afirmo que los adolescentes «siempre» buscan el placer por el placer y me creo realmente tal afirmación, interpretaré que todas las conductas de los jóvenes están guiadas por el hedonismo y el desenfreno.
Cuando generamos un prejuicio hacia alguna persona o grupo, nos negamos a ver las excepciones, porque de hacerlo el prejuicio empezaría a perder fuerza. Si pienso irracionalmente que los afrodescendientes son agresivos y me reafirmo, obstinado, en esa idea, reconocer que algunos de ellos son pacíficos generaría en mi mente un caos informacional. Tendría que crear varias subrutinas, remover la información de base y revisar esquemas relacionados para adaptarme a la nueva realidad. La existencia de individuos afrodescendientes pacíficos sería la prueba viviente de que el prejuicio carece de fundamento, es decir, de que la generalización no es verdadera y que, por lo tanto, el estereotipo debe revisarse.
En la película La lista de Schindler se muestra una manera más salvaje de «resolver» las contradicciones que ponen en riesgo la creencia prejuiciosa, en este caso la antisemita. Una prisionera del campo de concentración le llama la atención al coronel alemán de turno sobre un error que se está cometiendo en una construcción. El nazi le pregunta por qué sabe tanto sobre el tema y ella responde que es ingeniera. El coronel le agradece la ayuda e inmediatamente manda que la maten. Y agrega: «No podemos dejar que ellos tengan razón; es mejor eliminar a los inteligentes... Pero hagamos lo que ella sugirió.»
Enfrentarse a los prejuicios, tal como ocurre con cualquier creencia muy arraigada, produce altísimos niveles de estrés en las personas que los poseen. En palabras del psiquiatra García de Haro:85
«Por ello, los cambios de creencias suelen ir precedidos de una crisis vital, porque todo se transforma, incluso la esencia de sí mismo, y la gente siente moverse bajo sus pies el mundo en el que ha creído vivir. Cuando se cambian las creencias, se muere y se renace, según la expresión religiosa.» (p. 24).
85. García de Haro, F. (2006). El secuestro de la mente.
Madrid: Espasa.
Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet