Érase una vez ...   una suegra atroz, como sólo existen en los cuentos, injusta, áspera, cruel. Había  acogido  de mala gana a la esposa principal que su hijo había elegido. Anshi, sin embargo, era bella, demasiado quizá para el gusto  de la madrastra. Hija de un señor de la corte que había tenido la mala suerte de disgustar al emperador y había caído en desgracia, la noble muchacha había tenido que casarse con un funcionario menesteroso. Conservaba muchos rasgos de su pasado esplendor: su larga cabellera, sus maneras delicadas, la gracia de su silueta, el nácar de sus mejillas, la elegancia de su porte. Pero a la odiosa suegra todo esto la traía sin cuidado y abrumaba a su nuera con tareas domésticas: cocinar, lavar, barrer... La infeliz trabajaba sin descanso a lo largo de todo el día, y como premio no recibía más que palabras hirientes: 
-Aquí    no  estás en la corte  -vociferaba  la arpía-. 
¡Has tenido  mucha suerte de casarte  con mi hijo,  inútil, pretenciosa, desvergonzada! 
Anshi se callaba.  En la época Heian20,   el código japonés, en el capítulo «De los hogares»,  indicaba los diferentes motivos que justificaban el repudio de una esposa,  es decir, su deshonor, su muerte social. Los dos primeros: la esterilidad y el adulterio;  el tercero, que es el que nos interesa aquí: «La falta de piedad filial respecto a los suegros». 
Esta  cláusula  dejaba  de hecho  a la joven  recién  casada a la merced  de su familia  política,  y de su suegra  en particular.  Señalemos,   a título  de información,    otros  tres  motivos de repudio,   que  dan que pensar: 
Los celos. Recordemos   que el marido,  además  de la esposa  principal,   tenía,  según  su fortuna   y su categoría,   varias  esposas  secundarias   y concubinas    a discreción,    lo que no excluía  las visitas   regulares  a las cortesanas.   ¿Por  qué  su mujer   debería  estar  celosa,   en efecto? 
La charla  (desmesurada).     Es bien  sabido   que  un  hombre habla,  explica,  discurre  ... , y que una mujer charla,  parlotea, cotillea ... 
Y por  último  la enfermedad.   ¿ Para qué puede servir una mujer  enferma?  Es mejor deshacerse de ella. 
Un día, mientras  la bella y desgraciada  Anshi cocía el arroz de la comida familiar, su suegra se encolerizó  contra ella sin ninguna  razón  válida.  La nuera pareció  no hacer caso de sus crueles palabras, pero de pronto  retiró del fuego un trozo de madera encendida y lo lanzó violentamente por la ventana;  cayó por casualidad sobre un cordero que pasaba  y le encendió la lana.  El cordero,  enloquecido,  se puso a correr en línea recta y se arrojó sobre un pajar, que se incendió.  Como  aquel día hacía mucho viento,  el fuego se propagó  a los establos y las cuadras. Bueyes  y caballos salvajes se escaparon, y en su estampida destruyeron  la casa de un vecino.  Éste, un hombre vengativo, se peleó con el propietario de los caballos, y así, poco a poco, de pueblo en pueblo y de provincia en provincia,  la  guerra se extendió como un reguero de pólvora y devastó todo el país. Esto  es lo que puede engendrar la maldad de una suegra. 
Así lo cuentan  de las cosas del pasado.
El Karma:  la ley  búdica  de los efectos  y las causas.   El karma es el conjunto de nuestros actos físicos o mentales y el fruto que producen.
«El roce de un ala de mariposa cambia el curso de las estrellas».
Sentencia zen.
Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet

