sábado, 3 de junio de 2017

SEAMOS CONCRETOS


Cada vez que tengo un concepto, es algo que podría aplicarse a varios individuos. No nos referimos a un nombre concreto, particular, como María o Juan, los cuales no tienen un significado conceptual. Un concepto se aplica a numerosos individuos, a incontables individuos. Los conceptos son universales. Por ejemplo la palabra "hoja" podría aplicarse a cada una de las hojas de un árbol; la misma palabra se aplica a todas esas hojas individuales. Además, la misma palabra se aplica a todas las hojas de todos los árboles, las grandes, las pequeñas, las tiernas, las secas, las amarillas, las verdes, a las hojas de plátano. De manera que si yo le digo que esta mañana vi una hoja, usted no tiene idea realmente de lo que vi.

Veamos si ustedes pueden comprender eso. Ustedes sí tienen una idea de lo que no vi. No vi un animal, no vi un perro. No vi a un ser humano. No vi un zapato. De manera que ustedes tienen una idea vaga de lo que vi, pero no es particular, no es concreta. "Seres humanos" no se refiere al hombre primitivo, ni al hombre civilizado, ni a un hombre adulto, ni a un niño, ni a un hombre o a una mujer, ni a esta edad particular ni aquella, ni a esta cultura o a la otra, sino al concepto. El ser humano se encuentra concreto; ustedes nunca encuentran un ser humano universal como el concepto que ustedes tienen. De manera que el concepto señala, pero nunca es enteramente preciso; le falta la unicidad, la concreción. El concepto es universal.

Cuando les doy un concepto, les doy algo, y, sin embargo, qué poco les he dado. el concepto es tan valioso, tan útil para la ciencia. Por ejemplo, si digo que aquí todos somos seres animales, eso sería perfectamente preciso desde un punto de vista científico. Pero somos algo más que animales. Si digo que María Juan es un animal, eso es verdad; pero como omití algo esencial sobre ella, es falso; eso es una injusticia. Cuando digo que una persona es mujer, eso es verdad; pero hay muchas cosas en esa persona que no se ajustan al concepto de "mujer". Ella siempre es esta mujer particular, concreta, única, de quien se puede tener una experiencia, pero no un concepto. A la persona concreta la debo ver yo mismo, tengo que experimentarla yo mismo, intuirla yo mismo. Se puede intuir el individuo pero no conceptualizarlo.

Una persona está más allá de la mente pensante. Probablemente muchos de ustedes se sienten orgullosos de que los llamen Americanos, así como muchos hindúes se sienten orgullosos de que los llamen hindúes. ¿Pero qué es "americano", qué es "hindú"? es un convencionalismo, no es parte de su naturaleza. No se tiene sino un rótulo. Realmente uno no conoce a la persona. El concepto siempre falla u omite algo muy importante, algo precioso que sólo se encuentra en la realidad, la cual es unicidad concreta. El gran Krishnamurti lo dijo muy bien: "El día que usted enseñe a un niño el nombre de un pájaro, el niño nunca volverá a ver ese pájaro". ¡Qué verdadero! La primera vez que el niño ve ese objeto blando, vivo, que se mueve, usted le dice: "Gorrión". Mañana, cuando el niño vea otro objeto blando que se mueve, similar al primero dice: "Gorriones. He visto gorriones. Me aburren los gorriones".

Si usted no mira las cosas a través de sus conceptos, nunca se aburrirá. Cada cosa es única. Cada gorrión es diferente de los demás gorriones, a pesar de las similitudes. es de gran ayuda tener similitudes porque podemos abstraer, porque podemos tener un concepto. Eso es de gran ayuda, desde el punto de vista de la comunicación, la educación, la ciencia. Pero también es muy engañoso y un gran obstáculo para ver ese individuo concreto. Si usted sólo tiene experiencia de su concepto, no tiene experiencia de la realidad, porque la realidad es concreta. El concepto es una ayuda, para llevarlo a usted a la realidad, pero cuando llegue, tiene que intuirla o experimentarla directamente.

Una segunda cualidad de un concepto es que no es estático, y la realidad fluye. Utilizamos el mismo nombre para las Cataratas del Niágara, pero esa masa de agua cambia constantemente. tenemos la palabra "Río", pero allí el agua fluye constantemente. Tenemos una palabra para el "cuerpo" de usted, pero las células de su cuerpo se están renovando constantemente. Supongamos, por ejemplo, que hace mucho viento y que yo quiero que la gente de mi país tenga una idea de lo que es una borrasca o un huracán americano. De manera que lo capturo en una caja de cigarros, y regreso a mi país y digo: "Miren esto". Naturalmente, ya no es una borrasca, ¿verdad? Una vez ha sido capturada. O si quiero que ustedes sientan lo que es el movimiento de un río y se lo traigo en un balde. En el momento en que lo pongo en el balde, deja de fluir. En el momento en el que se ponen las cosas en un concepto dejan de fluir; se vuelven estáticas, muertas. Una ola congelada no es una ola. Una ola es esencialmente movimiento, acción; cuando usted la congela, ya no es una ola. Los conceptos siempre están congelados. La realidad fluye. 

Finalmente, si hemos de creerles a los místicos (y no se requiere mucho esfuerzo para comprender esto, o incluso para creerlo, pero nadie puede verlo de inmediato), la realidad es una totalidad, pero las palabras y los conceptos la fragmentan . Por eso es tan difícil traducir de un idioma a otro, porque cada idioma fragmenta la realidad de una manera diferente. Es imposible traducir la palabra inglesa "home" al francés o al español. La palabra española "casa" no es exactamente "home"; "home" tiene asociaciones que son específicas del idioma inglés. Todos los idiomas tienen palabras y expresiones que no se pueden traducir, porque fragmentamos la realidad y agregamos o quitamos algo, y el uso hace cambiar continuamente. La realidad es una totalidad, y nosotros la fragmentamos para formar conceptos y utilizamos palabras para indicar diferentes partes. Si usted nunca hubiera visto un animal, por ejemplo, y un día encontrara una cola -sólo una cola- y alguien le dijera: "Esto es una cola" ¿tendría usted idea de qué era ésta si no tuviera idea de lo que es un animal?.

Las ideas generalmente fragmentan la visión, la intuición, o la experiencia de la realidad como totalidad. esto es lo que los místicos nos dicen continuamente. Las palabras no pueden darle a uno la realidad. solamente señalan, solamente indican. uno las utiliza como indicadores para llegar a la realidad. Pero una vez uno llega, sus conceptos son inútiles. Un sacerdote hindú tuvo una vez una disputa con un filósofo que decía que la última barrera para llegar a Dios, era la palabra "Dios", el concepto de Dios. El sacerdote se escandalizó con esto, pero el filósofo le dijo: "El asno en que usted monta y que utiliza para ir a una casa no es el medio por el cual usted entra en la casa. Usted utiliza el concepto para llegar; entonces se apea y va mas allá". No hay necesidad de ser un místico para comprender que la realidad es algo que no puede captarse con las palabras y los conceptos. Para conocer la realidad uno tiene que conocer más allá de todo concepto.

¿Esas palabras les recuerdan a ustedes algo? Los que conozcan La nube del no saber reconocerán la expresión. Los poetas, pintores, místicos y los grandes filósofos intuyen esta verdad. Supongamos que un día estoy mirando un árbol. Hasta ahora, cada vez que veía un árbol, decía: "Bueno, eso es un árbol". Pero hoy cuando miro el árbol, no veo un árbol. Al menos no lo veo como estoy acostumbrado a ver. Veo algo con la frescura de visión de un niño. No tengo para ello una palabra. Veo algo único, completo, que fluye, no fragmentado. Y me asombro. Si usted me preguntara: "Qué vio?" ¿qué cree que le respondería? no tengo palabras para hacerlo. No hay palabras para la realidad. Porque apenas le pongo una palabra, estamos de nuevo en los conceptos.

Y si no puedo expresar esta realidad que es visible para los sentidos, ¿Cómo expresar lo que no puede verse con los ojos u oírse con los oídos? ¿Cómo encontrar una palabra para la realidad de Dios? ¿Están ustedes comenzando a comprender lo que dijeron Tomás de Aquino, Agustín, y todos los demás y lo que la iglesia enseña constantemente cuando dice que Dios es un misterio, que es incomprensible para la mente humana?.

Una de las últimas cartas del gran Karl Rahner se la escribió a un joven drogadicto alemán que le había pedido ayuda. El drogadicto le había dicho: "Ustedes los teólogos hablan sobre Dios, pero ¿Cómo podría ese Dios tener relación con mi vida? ¿cómo podría este Dios liberarme de las drogas?" Rahner le dijo: "Debo confesarle con toda honestidad que, para mí, Dios es y siempre ha sido un misterio absoluto. No comprendo lo que Dios es; nadie puede comprenderlo. Tenemos indicios, vislumbres; hacemos esfuerzos vacilantes, inadecuados, para expresar el misterio en palabras. Pero no hay una palabra, no hay una frase para el misterio". Y hablando a un grupo de teólogos en Londres, Rahner dijo: "La tarea del teólogo es explicarlo todo a través de Dios, y explicar a Dios como inexplicable". Misterio inexplicable. no sabemos, no podemos decir. Decimos, "Ah, ah...".

Las palabras son indicadores, no son descripciones. Trágicamente, la gente cae en la idolatría porque cree que en lo referente a Dios, la palabra es la cosa. ¿Cómo puede alguien ser tan loco? ¿Puede usted todavía ser más loco? Incluso en lo referente a los seres humanos , o a los árboles y las hojas y a los animales, la palabra no es la cosa. ¿Y usted diría que, en lo referente a Dios, la palabra es la cosa? ¿Cómo puede decir semejante cosa? Un experto en las escrituras internacionalmente famoso asistió a un curso en San Francisco, y me dijo: "¡Dios mío, después de escucharlo a usted, comprendí que he sido un idólatra toda la mi vida!" Lo dijo abiertamente: "Nunca caí en la cuenta de que era un idólatra. Mi ídolo no era de madera o metal; era un ídolo mental". Éstos son los idólatras más peligrosos. Utilizan una sustancia muy sutil, la mente, para hacer su Dios.

Los estoy llevando a ustedes a lo siguiente: La consciencia de la realidad que los rodea. Consciencia significa observar, observar lo que sucede dentro de ustedes y alrededor de ustedes. "Lo que sucede" es bastante adecuado: Los árboles, el césped, las flores, los animales, las rocas, toda la realidad se mueve. Uno lo observa, uno lo ve. Cuán esencial es para el ser humano no observarse solamente a sí mismo, sino observar la realidad. ¿Ustedes son prisioneros de sus conceptos? ¿Quieren liberarse de la prisión? Entonces miren; observen; dediquen horas enteras a observar. ¿Observar qué? Cualquier cosa. Los rostros de la gente, las formas de los árboles, un pájaro que vuela, un montón de piedras, observen el crecimiento del césped. pónganse en contacto con las cosas, mírenlas. entonces podrán tener la esperanza de liberarse de esos patrones rígidos que todos nos hemos formado, de lo que nos han impuesto nuestros pensamientos y nuestras palabras. Tendremos la esperanza de ver. ¿Qué veremos? Eso que decidimos llamar realidad, lo que está más allá de las palabras y los conceptos. esto es un ejercicio espiritual - relacionado con la espiritualidad- relacionado con el hecho de liberarse de su jaula, de su prisión de conceptos y palabras.

Qué triste si pasamos por la vida sin verla nunca con los ojos de un niño. Esto no quiere decir que debamos descartar totalmente todos los conceptos; son muy preciosos. Aunque empezamos sin ellos, los conceptos tienen una función muy positiva. Gracias a ellos desarrollamos nuestra inteligencia. Nos invitan, no a convertirnos en niños, sino a ser como niños. Tenemos que perder el estado de inocencia y ser arrojados del paraíso; tenemos que desarrollar un "yo" y un "mi" por medio de esos conceptos. pero tenemos que regresar al paraíso. Necesitamos ser redimidos de nuevo. Necesitamos descartar al hombre viejo, la naturaleza vieja, el ego condicionado, y regresar al estado del niño, pero sin ser un niño. Cuando comenzamos en la vida, miramos la realidad con asombro, pero no es el asombro inteligente de los místicos; es el asombro informe del niño. El asombro muere y lo reemplaza el aburrimiento, a medida que desarrollamos el lenguaje y las palabras y los conceptos. entonces podremos tener la esperanza, si somos afortunados, de regresar al asombro.


Extracto del libro:
Despierta (charlas sobre la espiritualidad)
Anthony de Mello
Fotografía tomada de internet