Un día en que Chao-Chu  cayó en la nieve, gritó: ¡Socorro, socorro!».  Un monje vino a tenderse a su lado. Entonces Chao-Chu  se levantó y se fue . 
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-¿Esto es un cuento? -pregunta el discípulo. 
-Sí   -dice el maestro. 
-Pero    es un cuento absurdo.  El personaje central cae en la nieve y parece incapaz de levantarse. ¿Por  qué?  ¿Es un niño, un anciano, un lisiado, se ha sentido indispuesto, había un hoyo en el camino? Aparece un monje que, en vez de socorrerle, de tenderle la mano, se echa a su lado. Es un acto incomprensible,  irrazonable,  descabellado.  ¿No  sois de esta opinión, maestro? 
-Reflexiona -dice el maestro del Zen-, este cuento es un koan,  que puede ayudarte en el camino del Despertar. 
El discípulo se pone a buscar.  Pero los días pasan y si gue sin comprender  nada de ese cuento. Veamos, si Chai- Chu estaba herido, ¿ cómo ha podido curarle la sola presencia de  un  monje  a su lado?  ¿Era  un  mago  ese  monje? 
Supongamos,   se dice el discípulo, que Chao-Chu  viera un fantasma, un dragón, que estuviera paralizado de miedo, la santa presencia del monje a su lado le hace recobrar el valor, le permite salir fuera del hoyo.  Pero entonces  ¿por  qué no da las gracias a su salvador?  ¡Se aleja, indiferente, como si el monje no existiera! El discípulo se afanó así durante varios años, dando vueltas y más vueltas al problema en su cabeza.
¿Por qué -se preguntaba-    el monje no pregunta sobre la situación de la víctima tendida en la nieve? Con toda lógica, tendría que preguntarle: «¿Estás  herido?».  En vez de eso, se echa a su lado y no le ayuda de ninguna manera, lo cual es propiamente extravagante. ¡Y Chao-Chu  se levanta, curado como por un milagro! Se diría que son dos personajes suspendidos  a los dos extremos de una polea. Cuando  uno se echa, el otro  se levanta.  Dos  marionetas que representan una escena muda, indescifrable para siempre.
***
Una mañana, mientras estaba meditando sobre el koan, el discípulo tuvo una visión del Buddha Sakyamuni sentado en el trono del cielo.  El dios hacía girar suavemente una flor de loto entre sus dedos. A su alrededor, prorrumpían  las preguntas, y él lo miraba, a él,  al discípulo,  sonriendo,  haciendo girar suavemente entre sus dedos la flor de loto. Entonces el discípulo atravesó la «puerta  sin puerta», y comprendió  el cuento, cuyo sentido se le escapaba desde hacía largos años.  Conoció el Despertar21. Supo la verdad oculta en el corazón de las cosas.  El koan es un muro contra el que se rompen todos los esfuerzos intelectuales.  ¿Cómo  explicar, por ejemplo, el sabor de lo dulce o de lo salado?
Así ocurre  con  la naturaleza  de Buddha,  del eterno Atma.
21. Despertar:  fin del sueño de la  ignorancia  en el que está sumido el hombre corriente. 
Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet

