Un recluso iba a ser trasladado de una a otra prisión y para ello debía atravesar toda la ciudad. Le colocaron sobre la cabeza un cuenco lleno de aceite hasta el borde y le dijeron:
--Un verdugo, con una afilada espada, caminará detrás de ti. En el mismo momento en que derrames una gota de aceite, te rebanará la cabeza.
Se sacó al recluso de la celda y se le colocó un cuenco sobre la cabeza.
Comenzó a caminar con mucho cuidado, en tanto el verdugo iba detrás de él.
Había llegado a pleno centro de la ciudad, cuando, de súbito, también llegaron al mismo lugar un grupo de hermosísimas bailarinas. La pregunta es: ¿Logró el recluso no ladear la cabeza para mirar a las bailarinas y así mantenerla a salvo, o, por el contrario, negligentemente, miró a las bailarinas y la perdió?
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Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro CalleFotografía de Internet