El primer alumno de Naropa era un tibetano llamado Marpa el Traductor. En uno de sus viajes a India, Marpa le llevó el oro que tradicionalmente se daba al profesor. Ahora bien, Marpa no era exactamente un cobarde ni era para nada tacaño; era un tipo muy intrépido y valeroso. Por ejemplo, sus amigos y familiares trataron de encontrar a alguien para que le acompañara en su viaje a India, pero él se negó a tener compañía aunque su salud no era demasiado buena y tenía más de cincuenta años.
La historia cuenta que finalmente Marpa regaló el oro a su profesor Naropa, pero se quedó con un poco, tal como todos solemos hacer. Y este hecho tenía una explicación razonable: tenía que volver a casa y necesitaba un poco de oro, sólo un poco. Pero Naropa dijo: «¿Piensas que puedes comprarme con tus engaños?» Entonces Marpa se lo dio todo. Naropa arrojó el oro al aire y dijo: «El mundo entero es oro para mí.» En ese momento Marpa tomó conciencia de la naturaleza de la realidad más vívidamente que nunca.
No experimentamos el mundo plenamente a menos que estemos dispuestos a darlo todo. Samaya significa no quedarnos nada, no prepararnos una vía de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos dejar las cosas para después.
En cierto sentido, la relación samaya —sea con el mundo fenoménico como profesor absoluto o bien con una persona individual— trata de suavizarnos. Nos suaviza para que no podamos engañarnos, para que no podamos ser sordos, mudos y ciegos, para que siempre nos llegue el mensaje. La relación samaya con un profesor vajrayana está pensada para ayudarnos: está pensada para introducirnos al hecho de que si podemos mantener aunque sólo sea una relación incondicional con una persona, podemos tener una relación incondicional con el mundo. Hasta ese momento, pensamos que podemos escaparnos, que podemos zafarnos de las situaciones. Pero en esa relación concreta nos comprometemos a seguir adelante pase lo que pase.
El principal discípulo de Marpa fue Milarepa, e inicialmente su relación fue más bien dura. Milarepa no tenía ninguna duda de que Marpa era su profesor y de que podía llevarle a la iluminación. Por tanto, le dijo: «Me entrego a ti totalmente en cuerpo, discurso y mente. Por favor ayúdame a realizar mi verdadera naturaleza.» Entonces comenzaron los desafíos. Milarepa había acumulado mucho karma. En concreto, había matado a mucha gente y había causado mucho dolor. Para poder soltar esa carga, tuvo que soportar muchas pruebas. Marpa le hacía construir torres de piedra, y cuando estaban casi terminadas le mandaba deshacerlas. Milarepa sufrió mucho en sus primeros años con Marpa. No recibía ninguna enseñanza, era insultado continuamente y tenía que construir torres hasta que sus manos y su espalda eran una gran llaga. Sin embargo, Milarepa nunca dudó de los motivos de Marpa y, en realidad, aunque casi nunca lo mostraba, Marpa amaba a Milarepa con todo su corazón y sólo deseaba que pudiera despertar plenamente. Cada vez que Milarepa se rendía a la situación, cada vez que abandonaba su resentimiento, depresión y orgullo, soltaba su antiguo equipaje. En un momento dado estaba tan desnudo que no le quedaba nada que perder. Entonces Marpa le dio las enseñanzas y su relación entró en una nueva fase de ternura y calidez.
Pero es un proceso. Al principio, nuestro hábito de salir corriendo está tan arraigado que lo único que hacemos es experimentar con este truco de sentirnos ligados. Y lo hacemos mientras practicamos la meditación. AI principio, lo único que nos impide disociarnos del cuerpo, del discurso y de la mente son las instrucciones de la meditación. Año tras año, continuamos con la práctica de volver a la experiencia del momento presente.
Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet