La práctica de los cinco recuerdos nos ayuda a aceptar la  realidad ineludible de nuestros miedos más profundos, el miedo a  envejecer, el miedo a la enfermedad y el miedo a la muerte. El ejercicio  de la aceptación de estas realidades nos permite alcanzar la paz y  desarrollar la capacidad de vivir una vida consciente, sana y  compasiva, sin provocar más sufrimiento a los demás ni a nosotros  mismos. 
Permite que el miedo aflore en tu conciencia y sonríele. Cada vez  que lo haces, el miedo se debilita. No hay modo alguno de escapar del  dolor si te empeñas en salir de él. La única salida posible consiste en ver  profundamente la naturaleza de tu miedo. 
La contemplación de los cinco recuerdos nos permite prestar una  atención plena a la semilla del miedo que hay en nosotros. La semilla  del miedo está en nosotros y, si no nos acostumbramos a abrazarla con  plena conciencia, nos sentiremos muy incómodos cada vez que afloren  estas verdades. Como avestruces al ver un león, enterraremos entonces  nuestra cabeza en la arena. Por ello recurrimos, en un intento de  ignorar las realidades del envejecimiento, la enfermedad, la muerte y la  transitoriedad de las cosas que más queremos, a diversiones como la  televisión, los videojuegos, el alcohol y las drogas. 
Si el miedo nos desborda, sufriremos y se fortalecerá la semilla  del miedo que hay en nosotros. Pero cuando estamos atentos,  utilizamos la energía de la atención plena para abrazar el miedo. Y cada  vez que el miedo se ve abrazado por la atención plena, su energía se  debilita hasta convertirse en una semilla sepultada en las  profundidades de nuestra conciencia. 
Nuestra conciencia es como un círculo en cuya parte inferior  está la llamada conciencia almacén y en cuya parte superior está la  mente consciente. El miedo a envejecer, el miedo a la enfermedad, el  miedo a la muerte, el miedo a tener que renunciar a todo y el miedo a  las consecuencias de nuestro karma están en nuestra conciencia  almacén. Pero como no queremos enfrentarnos a nuestro miedo,  tratamos de ocultarlo y de mantenerlo enterrado en el sótano. Nos  molesta que algo o alguien nos lo recuerde, y tampoco queremos  mostrarlo en nuestra mente consciente. 
La plena consciencia es lo opuesto a esta tendencia. Debemos  dejar que todas esas cosas afloren a diario en nuestra mente consciente  y decirles: «Querido, no te tengo miedo. No tengo miedo a mi miedo. 
Está en mi naturaleza envejecer y no puedo escapar al envejecimiento». 
Y cuando el miedo aflore, apelemos, para abrazarlo, a las semillas de la  atención plena. Cuando la energía del miedo y la de la plena  consciencia se hallan simultáneamente presentes, la plena consciencia  abraza el miedo y este se debilita y regresa, en forma de semilla, a las  profundidades de nuestra conciencia. 
Pero que el miedo se aleje no significa que desaparezca. Por ello,  cuando estemos atravesando un momento tranquilo, un momento  meditativo, podemos evocar el miedo diciendo: «Aflora, querido  miedo, para que pueda abrazarte. Está en mi naturaleza morir. No  puedo escapar a la muerte». Y así podemos permanecer cinco, diez,  veinte o treinta minutos, dependiendo de nuestra necesidad, utilizando  la energía de la plena consciencia para abrazar el miedo. De este modo,  este perderá su intensidad. 
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

