Si queremos seguridad, tenemos que construirla. Pero ¿cómo se crea la seguridad? Para erradicar el miedo, no sirven ni las fortalezas, ni las bombas, ni los aviones. Es muy probable que todos esos intentos no hagan más que intensificarlo. Estados Unidos posee el ejército más poderoso y las armas más sofisticadas del mundo, pero no por ello se siente más seguro. Lo cierto es que los estadounidenses se sienten muy vulnerables y asustados. ¿Dónde encontrar, pues, algún refugio verdadero que nos haga sentir realmente seguros? Tenemos que aprender a construir la seguridad con cada inhalación y con cada exhalación. Tenemos que aprender a construir la seguridad con cada uno de nuestros pasos, con nuestra manera de actuar y de reaccionar, con nuestras palabras y con nuestros esfuerzos para entablar una buena comunicación.
No podrás sentirte seguro si no te comunicas bien con la gente  con la que vives y a la que ves regularmente. No podrás sentirte seguro  si la gente que te rodea no te mira de manera amable y compasiva. Tu  manera de hablar, de sentarte y de caminar muestra a la otra persona  que vienes en son de paz y puede sentirse segura en tu presencia. Así es  como se genera la confianza. La paz y la compasión que experimentas  contribuirán a que la otra persona se sienta segura y permitirán que se  relacione contigo con compasión y comprensión, y tú también, por tu  parte, te sentirás más seguro. La seguridad no es una cuestión  estrictamente individual. Por ello la mejor garantía de nuestra  seguridad consiste en ayudar a que los demás también se sientan  seguros. 
Nuestro país no se sentirá seguro si no hace nada que contribuya  a que los demás países se sientan seguros con nosotros. Si Estados Unidos aspira a una mayor seguridad, debe ocuparse también de la  seguridad de las otras naciones. Si Gran Bretaña quiere seguridad, tiene  que pensar en la seguridad de otros pueblos. Cualquiera puede ser  víctima de la violencia y el terrorismo. Ningún país se halla, en este  sentido, a salvo. La policía, el ejército y hasta las armas de destrucción  masiva son incapaces de garantizar nuestra seguridad. Quizás lo  primero que deberíamos hacer es decir: «Soy consciente, querido  amigo, de que quieres vivir seguro. Yo también quiero vivir seguro. ¿Por qué no trabajamos juntos para conseguirlo?». Esto es algo muy  sencillo, pero no lo llevamos a cabo. 
La comunicación es la práctica. Por más que vivamos en una época en la que existen medios de comunicación muy sofisticados (como el correo electrónico, los teléfonos móviles, los mensajes de texto, Twitter, Facebook, etcétera), es muy difícil que naciones, grupos e  individuos se comuniquen entre sí. Y como no parece que sepamos  utilizar las palabras para hablar, acabamos empleando, en su lugar, las  bombas. Y cuando llegamos al punto en que la comunicación verbal  resulta imposible y apelamos a las armas, sucumbimos a la  desesperanza. 
Tenemos que aprender a comunicarnos. Si podemos mostrar a  un grupo con el que estamos en conflicto que no tienen nada que temer  de nosotros, alentaremos la confianza. En los países asiáticos, por  ejemplo, la gente suele saludarse inclinándose y juntando las palmas de  las manos como si de una flor de loto se tratara. En Occidente, cuando  dos personas se encuentran, estrechan sus manos, una tradición que,  según tengo entendido, se originó en la época medieval, cuando la  gente tenía miedo. Ese era el modo en que mostraban, cada vez que se  encontraban, que se hallaban inermes. 
Lo mismo seguimos haciendo en el presente. Con nuestras  acciones, podemos decir: «¿Ves, querido amigo, que estoy desarmado? Compruébalo por ti mismo. No temas nada de mí». Este es el tipo de  práctica que puede desarrollar la confianza. Con confianza y  comunicación, el diálogo se torna posible. 
Son muchos los millones de dólares gastados desde que  comenzó la llamada “guerra contra el terror”, pero la violencia, el odio  y el miedo no han hecho sino avanzar. No hemos tenido éxito en  nuestro intento de eliminar el miedo, el odio y el resentimiento, ya sea  en su expresión externa, como es el caso del terrorismo, o lo que es más  importante en la mente de las personas. Ha llegado el momento de que  contemplemos y encontremos una forma más adecuada de aportar paz  al mundo y a nosotros mismos. Solo la práctica de la escucha profunda  y la comunicación amable puede contribuir a eliminar las percepciones  erróneas que se hallan en el origen del miedo, el odio y la violencia. 
Esas percepciones no pueden ser eliminadas a punta de pistola. 
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

