Los cibernéticos actuales saben que “los sentidos son la esencia de la vida” y sin imitarlos no pueden construir robots. Los maestros sabían que los sentidos son las puertas y las ventanas.
También saben desde siglos, que los animales grupales pueden usar una sola consciencia que les permite unificar sus reacciones por aire, tierra o mar en forma de manadas, bandas o bancos.
Que la materia y la energía son identidad. Que todo es uno de manera que lo que ocurre en una parte del globo repercute en los lugares más lejanos, asunto que estudian los climatólogos y los ecólogos que van haciéndonos comprender que la variedad es esencial, que nadie es mejor que otro porque todos somos interdependientes entre sí y con la tierra, el agua, el aire y el fuego del sol.
Biólogos, físicos, médicos, matemáticos… encuentran en sus respectivas disciplinas manifestaciones de lo que sabían los maestros sobre el no-tiempo, la antimateria, la ilimitación, la unidad de la mente-cuerpo-cosmos, la variedad de los universos que se equilibran… hasta el punto de que hay científicos que buscan en los textos antiguos del Zen, intuiciones que les abran ventanas hacia el conocimiento investigable con los métodos de la superciencia y la supertecnología.
Psicólogos, psiquiatras, antropólogos… filósofos, tienen que reconocer que el condicionamiento del que Buda habló, es la unidad básica del aprendizaje biográfico, emocional, inconsciente, social, profesional… en el que se basan todas las psicoterapias desde la más elemental a la más complicadamente conductista siendo la transpersonal (más allá del Ego) la más evolucionada, la menos practicada y la genuinamente Budista. (Por cierto, más allá del Ego es entendido por algunos como el más allá estelar con sus viajes imaginarios o el más acá de las reencarnaciones pasadas. Reforzar las fantasías no acerca a la realidad).
Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet