Hace tiempo, en T’ang China, había un viejo monje que iba de peregrinación al Monte Wu-t’ai, la morada de Manjusri, el Bodhisattva de la Sabiduría. Anciano y débil, caminaba a lo largo del polvoriento sendero solo, pidiendo limosna por el camino. Tras largos meses, una mañana miró fijamente hacia arriba y vio la majestuosa montaña en la distancia. Al borde del camino, había una mujer mayor trabajando el campo. “Por favor dígame,” le preguntó, “¿cuánto más debo continuar hasta llegar al Monte Wu-t’ai?” La mujer simplemente le miró, profirió un sonido gutural y volvió a su azada. Él repitió la pregunta una segunda y una tercera vez, pero seguía sin haber respuesta.
Pensando que la mujer debía ser sorda, decidió adelantarse. Tras haber dado una docena de pasos, oyó a la mujer decirle, “Dos días más, le llevará dos días más.”
Algo molesto, el monje respondió, “Pensé que era sorda. ¿Por qué no me respondió a la pregunta antes?” La mujer respondió, “Usted hizo la pregunta mientras estaba parado de pie, Maestro. ¡Tenía que ver cómo de rápido era su paso, cómo de decidido su caminar!”
Un practicante está en la misma posición que el viejo monje de esta historia. A medida que practica el Dharma, buscando ayudarse a sí mismo y a los demás, a veces se pregunta por qué nadie viene en su ayuda. No obstante, los otros tal vez están sencillamente intentando evaluarle, medir su fuerza y su determinación. Este proceso puede llevar cinco años, veinte años o incluso una vida entera. Por tanto, buscadores del Camino, ¡no os desaniméis, seguid avanzando!
Editor: no aplica
Del libro:
Parábolas y Relatos Buddhistas
Fotografía tomada del internet