Si ves un trozo de carbón, no se te ocurriría pensar que ese carbón, si es transformado, se convertirá en diamante. Los elementos presentes en el carbón son los mismos que en el diamante. En esencia, no existe diferencia fundamental entre los dos.
Después de ser sometido a un proceso de miles de años, el carbón se convierte en diamante. Pero al carbón no se le otorga importancia alguna. Si es almacenado en una casa, se le pone en un lugar en que no sea visto por los visitantes, mientras que los diamantes, se llevan alrededor del cuello, sobre el pecho, de modo que todo el mundo pueda verlos.
El diamante y el carbón son lo mismo, aun cuando son dos puntos de la jornada del mismo elemento y sin embargo, ¿es acaso obvia en alguna parte del mundo esta afinidad interna entre ellos? Si te transformas en un enemigo del carbón -lo que sería muy natural, dado que a primera vista el carbón sólo puede ofrecer hollín negro- la posibilidad de su transformación en diamante finalizaría en ese punto. Ese mismo carbón podría haberse transformado en un diamante; sin embargo, odiamos al carbón, y de allí la anulación de cualquier posibilidad de progreso posterior.
FUENTE: OSHO: Del libro ‘Del Sexo a la Superconsciencia’, Capítulo 1, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com/OSHO/TEXTOS/delsexo1.htm, Bogotá, nov-03