sábado, 16 de octubre de 2021

DESCUBRIENDO EL MANANTIAL (EL SEÑOR DE LA MENTE)


Una enseñanza que nos ayuda a realizar este proceso de desbloquear la bodichita (corazón/mente abierto o iluminado) es la de los tres señores del materialismo. Se trata de las tres formas en que intentamos protegernos de este mundo fluido e indefinible, de las tres estrategias que usamos para obtener una ilusión de seguridad.

El tercer señor, el señor de la mente, es el que usa las estrategias más sutiles y seductoras. Entra en acción cuando intentamos evitar el desasosiego persiguiendo estados mentales especiales. Con este objetivo podemos tomar drogas, hacer deporte, enamorarnos o realizar prácticas espirituales. Hay muchas formas de obtener estados alterados de conciencia. Estos estados especiales son adictivos.

Romper con la experiencia mundana nos hace sentir de maravilla, y entonces deseamos volver a hacerlo. Por ejemplo, los meditadores noveles suelen esperar que con la práctica puedan trascender el dolor de la vida ordinaria. A ellos les resulta decepcionante, como mínimo, que les digan que mantengan los pies en el suelo y permanezcan abiertos y receptivos tanto al aburrimiento como al gozo.

A veces la gente tiene experiencias asombrosas cuando menos se lo espera.

Hace poco una abogada me contó que mientras esperaba en la esquina de una calle a que el semáforo se pusiera en verde, le ocurrió algo extraordinario. De pronto, su cuerpo se expandió volviéndose tan inmenso como el universo. Instintivamente sintió que ella y el universo eran una sola cosa. No dudó en absoluto de que aquello fuera cierto. Descubrió que había estado en un error al creerse separada de todo lo demás.

Huelga decir que la experiencia afectó a sus creencias e hizo que se planteara qué es lo que hacemos con nuestra vida, al dedicar tanto tiempo a intentar proteger la ilusión de nuestro territorio personal. Comprendió cómo esta situación conduce a las guerras y a la violencia que están aumentando por todo el planeta. El problema surgió cuando empezó a apegarse a su experiencia, a desear experimentarla de nuevo. La percepción ordinaria ya no la satisfacía: la hacía sentirse mal y desconectada. Creyó que si no podía mantener aquel estado alterado, moriría al cabo de poco tiempo.

En los años sesenta conocí a gente que tomaba LSD cada día creyendo que podrían estar colocados constantemente. En lugar de ello, acabaron con los sesos fritos. Conozco a hombres y mujeres que son adictos a enamorarse. Como Don Juan, no pueden soportar que el fuego inicial empiece a apagarse y siempre buscan establecer una nueva relación.

Aunque las experiencias más supremas nos muestren la verdad y nos enseñen lo que estamos intentando aprender, en esencia no son importantes. Si no podemos integrarlas en los altibajos de nuestra vida, si nos apegamos a ellas, se convertirán en un obstáculo. Confiamos en que nuestras experiencias son válidas, pero después hemos de seguir progresando y aprender a congeniar con nuestros vecinos. En tal caso, incluso la percepción interior más asombrosa empezará a impregnar nuestra vida. Como dijo Milarepa, el yogui tibetano del siglo XII, al oír las supremas experiencias que tuvo su discípulo Gampopa: «No son buenas ni malas. Sigue meditando». El problema no yace en los estados especiales en sí mismos, sino en su cualidad adictiva. Ya que es inevitable que aquello que sube ha de volver a bajar, cuando tomamos refugio en el señor de la mente estamos destinados a sufrir una decepción.

Cada uno de nosotros usa una variedad de tácticas habituales para evitar sentir la vida tal como es. Éste es, en pocas palabras, el mensaje de los tres señores del materialismo. Esta sencilla enseñanza constituye, por lo visto, la autobiografía de cualquiera. Cuando usamos estas estrategias, gozamos menos de la ternura y las maravillas que nos ofrecen los momentos más anodinos. Conectar con la bodichita es de lo más cotidiano.

Cuando no huimos de la incertidumbre de la vida cotidiana, entramos en contacto con la bodichita. Es una fuerza natural que desea aflorar. En realidad, es incontenible. Una vez dejamos de bloquearla con las estrategias de nuestro ego, la refrescante agua de la bodichita empieza sin duda a fluir. Podemos hacer que mane más despacio o podemos contenerla; sin embargo, a la menor fisura, la bodichita acabará siempre apareciendo, como esas hierbas y flores que brotan en la acera en cuanto hay una grieta.



Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet