domingo, 17 de octubre de 2021

MÁS CONSCIENTES DE NUESTRA LOCURA


Está de moda hoy en día hablar del cambio que la consciencia humana está experimentando en el planeta; la idea es, básicamente, que los seres humanos se encuentran en el proceso de alcanzar un estado de consciencia superior. Yo, en cambio, creo que lo que de verdad estamos haciendo es desarrollar una percepción nueva y cristalina de la locura que padece la mente humana. Somos más conscientes que nunca de que la manera tradicional de hacer las cosas no funciona. Ni las viejas ideas sobre quiénes somos, ni nuestra forma de pensar dualista, ni la mentalidad del «nosotros y ellos» nos han conducido a la paz —ni a la paz del mundo ni a vivir en paz con nosotros mismos—, sino más bien todo lo contrario. Las guerras, los genocidios, la opresión y la violencia siguen siendo una realidad en este preciso momento; el sistema financiero mundial está al borde de la quiebra (y hay quienes dirían que ya ha quebrado) y las grandes superpotencias están fatalmente endeudadas; el desastre ecológico es cada vez más amenazador, y los seres humanos sufren niveles de depresión, ansiedad y estrés sin precedentes.

El mundo siempre ha estado loco, solo que hoy en día somos más conscientes de esa locura. Por primera vez en la historia humana, prácticamente todo aquel que tiene acceso a un ordenador dispone de información sobre el estado del mundo, y probablemente sea igual de cierto que nunca habíamos estado tan desesperados por encontrar una salida.

Este libro no trata sobre cómo resolver todos los problemas del planeta; no estoy cualificado para hablar sobre eso. Sobre lo que sí quiero hablar es sobre dónde se originan todo el sufrimiento, el conflicto y la violencia humanos y que no es sino en la división dualista de la experiencia presente, esa división en la que «me» separo de la vida en sí. Si, más temprano que tarde, no hacemos frente cada uno de nosotros a nuestra propia experiencia presente y sanamos la locura, la violencia y la separación que hay en ella, no hay esperanza de que encontremos un modo de escapar de la locura humana colectiva. En cambio, si logramos averiguar dónde comienzan en nuestra propia experiencia la violencia, el sufrimiento y la división que nos separan de la vida y de nuestros semejantes, y si somos capaces de ver y entender con claridad el sufrimiento que nos causamos a nosotros mismos podremos ver cómo les causamos sufrimiento a los demás, a las personas queridas, a nuestras ciudades, países, continentes y planeta.

La violencia empieza y termina en ti. Reconocer esta verdad supone asumir una responsabilidad total, en el mejor sentido de la palabra.

No ofrezco una forma de salir de la locura de la mente humana, sino una forma de entrar. En realidad, no ofrezco una solución al sufrimiento, sino otra manera de entenderlo..., una manera radicalmente nueva de relacionamos con él.

No hay esperanza de que podamos poner fin al sufrimiento —ni personal ni global— hasta que entendamos lo que es en verdad el sufrimiento, en el nivel más fundamental. Y cuando realmente entendamos lo que es, tal vez descubramos que la verdadera libertad no se encuentra escapando de la experiencia presente, sino sumergiéndonos sin miedo en sus profundidades ocultas. Ahí, quizá, descubramos toda la paz, el amor y la profunda aceptación que siempre habíamos buscado en el exterior.

Sé que tal vez suene egoísta o narcisista centrarnos en nuestro propio sufrimiento de esta manera. «¿Quién soy yo para quedarme aquí sentado contemplando mi sufrimiento? ¿No debería olvidarme de mí, salir a la calle y ayudar a poner fin al sufrimiento del mundo?», podrías preguntar. Recuerda que cualquier sufrimiento que haya dentro de ti se proyectará fuera, en el mundo, inevitablemente. Cualquier cosa con la que estés en guerra dentro de ti, llegará el momento en que la combatirás igualmente en el exterior. Si la violencia y la separación están vivas en ti, las introducirás en tus relaciones más íntimas, en tu familia, en tu lugar de trabajo, en el mundo a gran escala. El mundo no es sino tu proyección de él, como nos han recordado sin cesar los maestros espirituales, los santos, sabios y místicos de todos los tiempos.

Osho hablaba de la paradoja de indagar profundamente en la propia experiencia en lugar de intentar poner fin a los problemas del mundo: «Sí, parecerá egoísta, pero ¿es egoísta el loto cuando florece?, ¿es egoísta el sol cuando brilla?». Por extraño que resulte, para ser totalmente desinteresado y altruista, has de ser totalmente egoísta, has de estar completamente obsesionado contigo mismo..., pero no de la manera en que habitualmente entendemos la obsesión ni el yo. Debes estar fascinado, lleno de curiosidad, dispuesto a descubrir los entresijos de la separación, en todas sus formas, en mitad de tu experiencia presente. Debes estar abierto a explorar el sufrimiento, cómo y por qué se manifiesta en ti, dónde se origina. Debes estar dispuesto a detener la mirada en tus miedos más terribles, tu dolor, tu tristeza, tus más profundos anhelos insatisfechos. Debes estar dispuesto a mirarlos de frente y a encontrar el lugar donde es posible aceptar profundamente incluso los aspectos aparentemente más inaceptables de ti.

La gran libertad reside en afrontar sin miedo la oscuridad y ver, finalmente, que es inseparable de la luz. Reside en reconocer que lo que siempre habías buscado estaba oculto incluso en tus miedos más terribles. Parafraseando a Thomas Hardy, si hay un camino hacia algo mejor, está en mirar con los ojos bien abiertos lo peor... y encontrar en ello la más profunda aceptación.

Cuando entiendes cómo se manifiesta en ti el sufrimiento, entiendes de inmediato cómo se manifiesta en todo el resto de la gente. Solemos conceder tanta importancia a nuestras diferencias individuales que somos incapaces de ver que, en lo fundamental, somos todos iguales. Todos sufrimos, y todos buscamos una manera de salir del sufrimiento, como Buda enseñó. Cuando descubres y entiendes la mecánica del sufrimiento en ti mismo, desarrollas una profunda compasión por el sufrimiento ajeno..., compasión en el verdadero sentido, en el sentido de com-passio, literalmente «sufro con».



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet