Los siguientes valores guía (solidaridad, reciprocidad y autonomía) te servirán para ubicar el amor en un sitio mejor y más gratificante. La ausencia de cualquiera de ellos hace insostenible cualquier relación, por más buena voluntad, que tengan los implicados.
Tercer valor: De la obligación, al amor voluntario
Las relaciones afectivas cuyo vínculo se instala exclusivamente sobre la base del deber y la obligación o cuando los deberes pesan mucho más que los derechos, se van agotando a sí mismas. Hay algo castrense en esto de la "imposición afectiva" que no deja de sorprenderme.
La relación amorosa no puede ser una exigencia. No se trata de estar con quien se debe estar, sino de estar quien se quiere estar.
Autonomía: del griego, autos (propio) y nomos (ley). Es decir, autogobierno, independencia personal con ayuda de la razón. ¿Cómo potenciar tu "yo" auténtico si no eres libre para querer lo que quieras y desear lo que deseas? Dos típicas manifestaciones del deber afectivo frustrado: Quisiera quererte o "Desearía desearte".
Así como el sentimiento amoroso no se obliga, tampoco puede imponerse a una persona vivir con alguien si no desea hacerlo o no le conviene. ¿Cómo estar seguro de que te amaré toda la vida? No puedo. ¿Cómo estar seguro de que nunca llegaré a desenamorarme, si el desamor no depende solamente de mí sino también de lo que tú hagas o intentes hacer conmigo? No digo que haya que fomentar una actitud laissez-faire y eliminar toda forma de convenio.
Como ya expliqué, los deberes son necesarios para cualquier tipo de convivencia, a lo que me opongo es a la exigencia de sacrificar la dignidad en nombre de los deberes adquiridos.
El deber razonable y bien concebido es un cimiento para el respeto, pero el deber inexorable e irracional tiende a justificar todo tipo de violaciones. Hay que convivir con el deber razonable y pasarle por encima al deber irracional.
¿Habrá mayor placer que amar con independencia? Al amor juramentado y vuelto a juramentar le falta espontaneidad. Mejor un amor sin gravámenes, sin la carga de los "debería", sin deudas adquiridas: "Quiero estar contigo porque me nace, con la menor cantidad posible de preceptos y disposiciones". El amor sano no es una tabla de mandamientos ni un listado de códigos, sino un proceso vital de descubrimiento y crecimiento personal. Amas a una persona cuando respetas su capacidad de crearse a sí misma.
Lipovetski, en su libro El crepúsculo del deber, dice: Lo que está en boga es la ética, no el deber imperioso en todas partes y siempre; estamos deseosos de reglas justas y equilibradas, no de la renuncia a nosotros mismos; queremos regulaciones no sermones, "sabios" o sabiondos; apelamos a la responsabilidad, no a la obligación de consagrar íntegramente la vida al prójimo, a la familia o a la nación, Entonces, en un amor inteligente y maduro, básicamente ético, la responsabilidad asumida libremente pesa más que el deber tajante, el querer amar, más que el deber amar.
Tu relación es libre y autónoma cuando:
• Puedes disponer de tu tiempo y tus cosas.
• Expresas tus puntos de vista cómodamente.
• Puedes desarrollar tus actividades tranquilamente.
• No debes pedir permiso.
• Las obligaciones no te asfixian.
• Tu pareja no te vigila.
• Sientes que creces como persona. No debes justificar y explicar cada comportamiento frente a tu pareja como si fuera un juez.
• Obras de acuerdo con tus decisiones.
• Puedes expresar el amor como quieras.
• Tu pareja escucha seriamente tus quejas.
No respeta tu autonomía, tu libertad y tu independencia quien te quita la posibilidad de actuar, querer o conocer de acuerdo con tu buen entender y parecer.
Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet