De nosotros mismos solo conocemos las mismas cosas, halagüeñas o dolorosas, a las que volvemos incansablemente. Creemos reflexionar, pero a menudo no hacemos sino escuchar el confuso murmullo de nuestra alma, y a veces nos extraviamos en los caminos de la violencia o la complacencia hacia nosotros mismos.
Esta relación con nuestro yo es extraña: adoración y más tarde odio, calma aparente ante los demás y febril inquietud ante nosotros... ¿Cómo nos juzgamos para ayudarnos y no para violentarnos o castigarnos? ¿Cómo vivir siendo simplemente amigos de nosotros mismos? ¿Cómo encontrar el justo equilibrio entre exigencia y benevolencia que caracteriza una relación amistosa? Aceptándonos, aunque seamos imperfectos. Aceptarse para cambiar y evolucionar. Para nacer en nosotros mismos.
Christophe André
Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet