A veces empezamos la búsqueda interior porque parece que la vida se nos cae a pedazos: todo va mal; en nuestras relaciones, que son cada vez más difíciles (con los compañeros de trabajo, con el cónyuge, con la familia); en el trabajo, que parece no tener sentido (desde luego no puede uno sentirse satisfecho de un trabajo que solo sirve para ganar el sustento); en el propio cuerpo físico, que pierde energía y se pone enfermo. A veces es solo una crisis en una parcela concreta de nuestra vida; otras, parece derrumbarse todo al mismo tiempo. Esos momentos de tensión no tienen por qué ser mala señal, ni mucho menos. Con frecuencia son advertencias que nos da el alma para hacernos despertar, es decir, para hacernos salir del entorpecimiento relativamente cómodo del mundo materialista que hace de nosotros unas máquinas, a fin de que podamos volver a encontrar nuestro poder creador y nuestra libertad.
En cuanto el alma despierta, no puede tolerar que vivamos la vida como si fuéramos robots, entumecidos en los mecanismos y manipulados por los poderes establecidos. El alma quiere que volvamos a encontrar nuestro poder y nuestra libertad. Y, si no nos despertamos de buen grado, lo haremos a la fuerza, gracias a las crisis que el alma nos envía, que son auténticas bendiciones, aunque puedan resultar muy dolorosas en el momento. Es importante considerar las cosas desde esa óptica para no bloquear el proceso intentando adormecerse otra vez en la vida ordinaria. Porque es difícil resistir a la fuerza de evolución que, actualmente, es cada vez más intensa en el seno de la humanidad. Por eso es cada vez mayor el número de personas que buscan en su interior algunas respuestas que den sentido y armonía a su vida a fin de poder hacer de ella una experiencia auténtica.
Otras veces no es necesario que haya crisis; solo se busca la transformación interior porque la vida ordinaria ya no es satisfactoria. Parece faltar algo fundamental incluso si, y sobre todo si, materialmente parece ir todo bien. Pues, de hecho, la verdadera búsqueda comienza cuando la vida ordinaria está suficientemente dominada, porque es entonces cuando de verdad nos damos cuenta de que la verdadera felicidad y la auténtica libertad están por encima de una vida material relativamente cómoda, y se empieza a tener la sensación de que no se ha alcanzado lo esencial de la vida. Ese sentimiento de insatisfacción es muy positivo y favorable, porque empuja a salir de la hipnosis colectiva en la que el mundo materialista mantiene atrapados a los individuos. Y entonces se empieza a buscar lo esencial.
Annie Marquier
Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet