En lo tocante a las emociones, aún vivimos en tiempos fetichistas. Imaginamos que somos sofisticados y realistas, que hemos relegado las supersticiones a otra era, a otro tiempo en el que la gente veía un eclipse solar y pensaba que Dios les había abandonado, y gritaban: "¿Qué hemos hecho? ¿Qué tenemos que hacer para que la oscuridad se aleje del sol?". Entonces, después de realizar rituales, evidentemente esta se retira, y se producía una gran alegría y liberación. Estos ritos tenían que repetirse una y otra vez para impedir que volvieran las tinieblas. Cuando finalmente regresaba la oscuridad, había que diseñar nuevos rituales.
Resulta fácil ver las supersticiones del pasado, pero solemos estar ciegos a las prácticas fetichistas de nuestros días. Una de estas es la relación que mantenemos con nuestras emociones. A menudo nos aferramos a ellas como si fueran señales de Dios.
Indicios de estar ungidos o bien de haber sido expulsados del Jardín. Esta relación supersticiosa es causa de mucho sufrimiento.
Por ejemplo, es posible que surja el miedo, tal vez como parte de nuestro equipo genético que está diseñado para la supervivencia. Como somos psicológicamente sofisticados y hemos leído abundantes libros que nos dicen que si hay miedo no puede haber amor, nos preocupa mucho tenerlo. Entonces dedicamos una gran cantidad de tiempo y energía a librarnos de él. Esta es una conducta supersticiosa. Queremos liberarnos de las denominadas emociones negativas y, por eso, para lidiar con ellas, hemos construido sofisticadas técnicas psicológicas y meditativas, distintas ventanillas de escape. Hemos construido todo esto en torno a la creencia de que estas emociones real, e inherentemente, significan algo, en lugar de contemplarlas sencillamente como el tiempo atmosférico. Viene una tormenta y es muy desagradable: ciertas cosas se ven trastocadas, otras quedan arruinadas, pero la tormenta pasa.
Cuando surge la ira, el miedo o la desesperación tenemos la oportunidad de tomar un momento, de no hacer nada con ellos, de no expresarlos ni negarlos, de simplemente estar aquietados siendo ellos. Entonces se revela un descubrimiento maravilloso.
El sol mismo nunca está eclipsado. Si estás lejos de él y pasa una oculta que lo nubla, parece que el astro hubiera desaparecido, pero, desde el punto de vista del sol, la luz continúa brillando.
¿Qué pasa si retiramos el significado de las emociones? ¿Dónde queda entonces nuestra identidad tal como la conocemos? Tal vez la subcultura con la que te identificas considera que las emociones son una prueba de profundidad. En comparación con la insensibilidad, la experiencia emocional quizá lo sea más; pero en nuestra arrogancia asumimos que nuestras emociones y pasiones son nuestra verdad más profunda. Cuando expresamos externamente estas pasiones, cuando cedemos a ellas o nos identificamos con ellas, en realidad sólo nos distraemos de la verdadera pasión, de la llamada hacia las profundidades donde no hay un "tú".
No te estoy recomendando que no sientas emociones. Te recomiendo que las experimentes completamente hasta su núcleo mismo. Y cuando hablo de experimentar no estoy hablando de expresarlas hacia fuera. La expresión de la emoción tiene su momento y su lugar, pero aquí estamos hablando de experimentar directa y completamente, y es raro que la gente supersticiosa viva fenómenos intensos directa y completamente.
Tal vez uno de nuestros antepasados simplemente experimentó el eclipse de sol sin hacer nada. ¡Qué alivio! Entonces esta persona pudo gritar al resto de la familia humana: "¡En realidad no significa mucho! ¡Es cierto! Se pasa sin que tengas que hacer nada".
Cuando estés dispuesto a experimentar totalmente cualquier fenómeno emocional, sea de enfado o felicidad, miedo o valentía, descubrirás que en realidad ni siquiera existe. Estando dispuesto a experimentar totalmente quien crees ser, descubrirás que en realidad no existe. Solamente lo asumimos, y esa suposición se basa en nuestras sensaciones y en conclusiones con respecto a ellas. Todo ello nos mantiene en la periferia, en la superficie, en lugar de sumergirnos en la profundidad de la experiencia.
Cuando descubres que estas emociones, estos fenómenos sensoriales, en realidad no existen como tú crees que lo hacen; cuando descubres que este pensamiento o fenómeno llamado "yo" en realidad no existe como tú pensabas que existía, entonces averiguas lo que sí existe, lo que la existencia es. ¡Qué descubrimiento! Reconoces que cualquier apariencia que adquiera un fenómeno no es nada, y que no hace falta negarlo ni luchar contra él.
Extracto del libro:
Libertad y resolución
Gangaji
Imágenes tomadas de internet