Habla Jorge Bucay sobre el origen de la dependencia del hombre y en relación a como otros seres vivos no dependen de sus padres en su desarrollo.....La solución que la naturaleza encontró para resolver esta dependencia absoluta de los humanos fue crear una relación donde difícilmente los padres puedan abandonar a los hijos.
El instinto o el amor (prefiero pensar como decidir renunciar a una parte de nuestro propio cuerpo.
Esto protege a los bebés humanos recién nacidos del abandono de los padres y asegura que haya alguien a su cuidado.
Pero este mecanismo no sólo aporta seguridad, también genera problemas.
Cuando un hombre y una mujer deciden transformarse en una familia teniendo un hijo, están estableciendo una responsabilidad respecto de lo que sigue, pero además están generando un irremediable conflicto que deberán resolver.
Están decidiendo traer al mundo un ser vivo al que sentirán como si fuera una prolongación suya, literalmente, sabiendo a la vez que esa cría será un ser íntegro y separado del vínculo de la pareja que prepara desde su nacimiento su partida.
A los padres esto no nos resulta nada fácil. Porque nunca es fácil ser el carcelero y el libertador. No se quiere a un hijo como se quiere a los otros. Con Claudia me pasan cosas que con el resto de las personas no me pasan. No sólo la quiero más que a nadie en el mundo, sino que la quiero de una manera diferente, como si fuera una parte de mí.
Los hijos son en muchos sentidos una excepción.
Esta sensación de que el otro es una prolongación mía puede ser muy buena para ese bebé en los
primeros tiempos, motivándome a cuidarlo y protegerlo; porque en realidad el hijo fue concebido desde los
deseos de los padres y por lo tanto la decisión es producto de una vivencia bastante autorreferencial.
Un día, a los trece años, el otro de mis amores, mi hijo Demián, pesca en casa un libro de psicología y se
pone a leerlo. Entonces viene y me dice:
“Papi, ¿es verdad que los hijos somos producto de una insatisfacción de los padres?”...
Cuando Demián me hizo esta pregunta, yo me di cuenta que el libro tenía razón. Porque si uno estuviera
totalmente satisfecho con su vida, si todo lo que tiene fuera suficiente, si uno no sintiera el deseo de trascender
teniendo hijos o el deseo de realizarse como padre y como familia, si uno no tuviera ese deseo personal...
entonces, no tendría hijos.
Es este deseo insatisfecho —educado, pautado cultural o personalmente— lo que nos motiva a tener
hijos.
Los hijos nacen por una decisión y un deseo nuestros, no por un deseo de ellos. Por eso, cuando los
adolescentes se enojan y nos dicen: “Yo no te pedí nacer”, parece una estupidez, pero es la verdad.
La vivencia de ser uno con los hijos puede, como dije, tener una función positiva para ellos durante los
primeros años de vida, pero es nefasta para su futuro. Porque el niño recibe esto, percibe que es tratado como
si fuera un pedazo de otro, pero no siente que lo sea.
JORGE BUCAY
El Camino de la Autodependencia