Cuando quieras que algo no crezca, dale la espalda... y muere por sí solo. Del mismo modo que una planta descuidada, no regada, se marchita y muere. Así que siempre que veas algo falso, haz a un lado.
Por ejemplo, ibas a sonreír y de pronto te das cuenta de que era falso. Detente, incluso en mitad de la sonrisa; relaja los labios y pídele a la otra persona que te disculpe. Dile que era una sonrisa falsa y que lo lamentas. Si te surge una sonrisa verdadera, entonces está bien; si no, también está bien. ¿Qué puedes hacer? Si surge, surge; si no surge, no surge. No se la puede forzar.
Y no estoy diciendo que simplemente te apartes de las formalidades sociales. Digo que estés atento, y que si tienes que ser falso, lo seas de forma consciente. Si estas con tu jefe y tienes que sonreír, sonríe conscientemente, y sabe que es una sonrisa falsa. Engaña al jefe... pero que la sonrisa no te engañe a ti, esa es la cuestión. Si sonríes inconscientemente, quizá no consigas engañar a tu jefe, porque es difícil engañarlo... pero tal vez te engañes a ti mismo. Te darás una palmadita en la espalda y pensaras que haz estado bien, que ha sido uno buen chico... pero te equivocaras.
De modo que si a veces lo consideras necesario -porque puede llegar a serlo; la vida es compleja y no estas solos, hay, muchas cosas que tienes que hacer porque la totalidad de la sociedad existe sobre la falsedad-, entonces se falso conscientemente. Pero en tus relaciones, donde puedas ser auténtico, no permitas la falsedad.
OSHO
Día a Día
Día 63