Nosotros venimos de una estructura familiar donde no se nos permitía ser rebeldes.
Mi viejo, amoroso, y mi vieja, divina, decían: “Callate, mocoso”. Y la frase aprendida que justificaba su actitud era: “Cuando vos tengas tu casa harás lo que quieras, acá mando yo”. En cambio, lo primero que mis hijos aprendieron a decir antes de decir “papá” fue: “¿Y por qué?”
Cuestionaban todo. Y siguen cuestionando.
Nosotros les enseñamos esta rebeldía.
Esta rebeldía es la causante de gran parte del cambio, de la incertidumbre, pero también de la posibilidad de salvarse de nosotros. Salvarse de nuestra manía de querer encajarles nuestra manera de ver las cosas.
Ellos se van a salvar por medio de la rebeldía que ellos no se ganaron, nosotros se la enseñamos.
Ese es nuestro gran mérito. Y esto va a cambiar el mundo.
Más o menos rebelde cuando crezco, en algún momento entre los veinte y los veintisiete años me doy cuenta que no voy a tener para siempre una mamá que me dé de comer, un papá que me cuide, una persona que decida por mí...
Me doy cuenta que no me queda más remedio que hacerme cargo de mí mismo. Me doy cuenta que tengo que dejar el origen de todo...
Separarme de la pareja de mis padres y dejar la casa, ese lugar de seguridad y protección.
Del libro El Camino de la Autodependencia
JORGE BUCAY