El hecho de sentirse fuera de sitio, en un e
stado de descentramiento, es una situación ideal, una
situación en la que ya no permanecemos atrapados y
podemos abrir nuestros corazones y mentes más allá de
sus anteriores límites. Es un estado muy sensible, no
agresivo y de final abierto.
Permanecer en esa agitación —permanecer con el corazón roto, con el estómago revuelto, con el sentimiento de estar desvalido y queriendo venganza—, ésa es la senda del verdadero despertar. Adherirse a esa incertidumbre, pillarle el truco a relajarse en medio del caos, aprender a no tener pánico: ésta es la senda espiritual. Desarrollar la habilidad de pillarnos a nosotros mismos, de pillarnos bondadosa y compasivamente: ésta es la senda del guerrero. Pillarnos una y otra vez, nos guste o no, cada vez que estemos aferrándonos al resentimiento, a la amargura o a la justa indignación, y cada vez que estemos aferrándonos a lo que sea, incluso a la sensación de alivio o al sentimiento de estar inspirados.
Del libro:
Cuando todo se derrumba
Pema Chödron