Así como viene, se va; no puedes contenerla ni aferrarte a ella. No existe modo de hacerlo.
La brisa llega como un susurro. No hace ruido ni proclamas; llega muy, silenciosamente, no puedes oírla... de pronto está ahí. Y así es como llega Dios, la verdad, la felicidad, el amor... todos llegan como un susurro, sin trompetas ni redobles de tambor. De pronto llegan sin siquiera tener una cita, sin preguntar si pueden entrar. De repente están ahí. Y así es como llega la brisa: hace un momento no está, y al siguiente la tienes ahí.
Y lo segundo es que así como viene, se va; no puedes contenerla ni aferrarte a ella. No existe modo de hacerlo. Disfrútala mientras esté ahí, y cuando se vaya, déjala Dale las gracias por haber aparecido. No sientas ningún encono ni ninguna queja. Cuando se va, se va; no se puede hacer nada al respecto.
Pero a todos nos gusta aferrarnos. Cuando llega el amor somos muy felices, pero cuando se va, nos sentimos muy dolidos. Eso es ser muy inconscientes, desagradecidos, es no saber comprender.
Recuerda, viene de una manera y ahora se va del mismo modo. No pidió permiso para venir... ¿por qué debería preguntar si puede irse? Fue un regalo del más allá... misterioso, y ha de irse de igual forma misteriosa.
Si uno se toma la vida como una brisa, entonces no se aferra ni se apega a ella, no hay obsesión, uno simplemente permanece disponible, y cualquier cosa que suceda es buena.
Del libro:
DÍA A DÍA
OSHO
Día 87