Pensar no es otra cosa que un hábito de interpretación. Cuando pensar desaparece, el lago queda silencioso, en calma y sereno. Entonces no hay más olas ni ondas... nada se distorsiona, la luna se refleja a la perfección.
Pensar es como ondas en un lago, y, debido a las ondas, el reflejo no puede ser verdadero; la luna se ve reflejada, pero las ondas la distorsionan. Dios está reflejado en todos, nosotros lo reflejamos, pero tenemos la mente tan llena de pensamientos, de oscilaciones, de nubes, que cualquier cosa que llegamos a ver ya no es lo mismo; no es aquello que es. La mente ha impuesto sus propios pensamientos sobre ello, lo ha interpretado, y toda interpretación es una distorsión. La realidad no necesita interpretación; solo necesita que la reflejen. No tiene sentido interpretarla, ya que el intérprete no termina de entenderlo.
Si ves una rosa, está ahí: no hay necesidad de interpretarla, de diseccionarla, no hay necesidad de conocer su significado. Ella es su propio significado. No es una metáfora, no representa ninguna otra cosa. ¡Sencillamente está ahí! Es realidad, no se trata de un símbolo. Un símbolo necesita ser interpretado, un sueño necesita ser interpretado. De modo que el psicoanálisis acierta, porque lo que hace es interpretar los sueños, pero los filósofos se equivocan, porque no dejan de interpretar la realidad. Un sueño es simbólico, representa otra cosa. Una interpretación puede ser de utilidad para averiguar qué representa. Pero una rosa es una rosa; se representa a sí misma. No indica ninguna otra cosa, no es una flecha hacia otra cosa; es evidente por sí misma.
Del libro:
Día a Día
OSHO
Día 129