Cuando tenía unos diez años, mi mejor amiga empezó a tener pesadillas: iba corriendo en medio de un gran edificio oscuro perseguida por horribles monstruos. Llegaba a la puerta, luchaba por abrirla y en cuanto la cerraba tras de sí, oía que era abierta por los monstruos que volvían a pisarle los talones. Se despertaba llorando y pidiendo ayuda.
Un día estábamos sentadas en su cocina hablando de sus pesadillas. Cuando le pregunté qué aspecto tenían sus demonios me dijo que no lo sabía porque siempre había huido de ellos. Después de que le hiciera mi pregunta, mi amiga comenzó a plantearse preguntas sobre los monstruos. Se preguntaba si tendrían aspecto de brujas y si alguno de ellos llevaría un cuchillo. La próxima vez que tuvo la pesadilla, cuando los monstruos estaban empezando a perseguirla, se paró y se dio la vuelta.
Necesitó un coraje enorme, su corazón latía tan fuerte que parecía que se le iba a salir del pecho, pero apoyó la espalda contra la pared y los miró de frente. Todos se detuvieron justo delante de ella y empezaron a dar saltos arriba y abajo, pero ninguno se acercó más. Eran cinco en total y cada uno de ellos se parecía a un animal. Uno era un oso gris que en lugar de zarpas de oso tenía unas largas uñas rojas, otro tenía cuatro ojos y el tercero tenía una herida en la mejilla. Mirados de frente tenían un aspecto menos monstruoso y se parecían más a dibujos en dos dimensiones, de esos que aparecen en los libros de cómics.
A continuación, poco a poco, comenzaron a desvanecerse. Después mi amiga se despertó y ése fue el fin de sus pesadillas.
Del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron