Cuanto más te muestre de mí y más te escuche, más voy a saber de mí.
Y cuanto más sepa de mí, de mejores maneras voy a estar a cargo de mi persona.
Y cuanto mejor esté a cargo de mi persona, menos dependiente seré del afuera.
“¿No es una contradicción? ¿Escuchando tanto no me vuelvo más dependiente?”
No, no es ninguna contradicción.
Es un aprendizaje del camino.
Nunca dependiendo de la palabra de los otros, pero
siempre escuchándola.
Nunca obedeciendo el consejo de los demás, pero siempre teniéndolo en cuenta.
Nunca pendiente de la opinión del afuera, pero siempre registrándola con claridad.
Un hombre trabaja en el jardín de su casa.
Un joven pasa en moto y le grita:
—¡¡Cornuuuuudoooo!!
El hombre gira lentamente la cabeza y ve alejarse al joven en su moto a toda velocidad.
Sigue con su trabajo y, a los cinco minutos, el mismo joven pasa en la moto y le grita:
—¡¡Cornuuuuudoooo!!
El hombre levanta rápidamente la vista para ver alejarse, otra vez, la espalda del motociclista.
Menea la cabeza de lado a lado y, con la frente gacha, entra en la casa. Va hasta la cocina y encuentra a
su esposa que está cortando unas verduras. Le pregunta:
—¿Vos andás en algo raro, che?
—¿A qué viene eso? —pregunta la esposa.
—No, lo que pasa es que hay un tipo que a cada rato pasa en una moto y me grita cornudo y entonces...
—¿Y vos le vas a prestar atención a lo que cualquier idiota desconocido te grite?
—Tenés razón, querida, disculpame...
Le da un beso en la mejilla y vuelve al jardín.
A los diez minutos, pasa el de la moto y le grita:
—¡¡¡Cornudo y alcahueteeeeeee!!!
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay