miércoles, 10 de julio de 2013

DIOS ME VA A AYUDAR, ME HICE ECHAR LAS CARTAS O ME HICE LA CARTA ASTRAL


Distorsión cognitiva: Minimizar los defectos de la pareja o la relación, impiden alcanzar la posición realista mencionada, y fortalece irracionalmente la conducta del apego.

DÉCIMO TERCER EXCUSA. Dios me va a ayudar”, “Me hice echar las cartas” o “Me hice la carta astral”

Cuando las tácticas de recuperación mágico-religiosas se activan la cosa está grave: la desesperación ha tocado fondo.

Una de mis pacientes era experta en el tema del ocultismo afectivo. Debido a que su relación pendía de un hilo todo el tiempo (el marido le había sido infiel quince veces en doce años de matrimonio), había decidido entrar al mundo de la Nueva Era y de los santos para sostener el vínculo y esperar el “milagrito” de que el hombre sentara cabeza. El despliegue de sortilegios, rezos y oráculos era impresionante: velas de colores, grupos de oración, ofrendas, promesas, cartas astrales, quiromancia, Tarot, regresiones y videntes de toda índole habían contribuido a la supervivencia afectiva de la angustiada mujer. Según los datos recogidos por los expertos, parecía tratarse de “un excepcional caso de almas gemelas, donde una se había desajustado por motivos kármicos (o sea, nadie tenía idea de lo que estaba pasando). Obviamente el señor, ajeno a todo designio cósmico, seguía levantando polvareda entre el sexo opuesto, sin distingo ni consideraciones. Hace poco, después de una resaca monumental y de un ataque de arrepentimiento “postbebida”, surgió una nueva luz de esperanza; el hombre prometió cordura. Más aún, al regreso de un viaje le trajo un perfume de regalo (cosa que nunca había hecho) con una bella tarjeta donde juraba y recuraba, otra vez, ser fiel hasta la muerte. Ella corrió donde su asesora espiritual (experta en Tarot) para reforzar el cambio, y colocó velas por toda la capilla. A los dos días, la intuición (habría que decir costumbre) de mujer engañada le hizo revisar el automóvil de su marido a fondo, palmo a palmo, como lo hacen los celosos inteligentes. El resultado de la pesquisa, desgraciadamente, fue positivo. Detrás del asiento, camuflado y empacado, encontró el cuerpo del delito: el mismo perfume, con una tarjeta distinta para otra destinataria. Luego de un escándalo mayúsculo, arañazos, insultos, objetos rotos y la negación persistente y reiterada del inculpado, ella decidió poner punto final y solucionar de una vez por todas el problema. Despidió a la consejera (ahora consulta a una señora chocoana que lee el tabaco y que es “muy acertada”) y recurrió a un nuevo santo (no recuerdo el nombre) porque el anterior no mostraba “interés”. Poner la solución afuera es cómodo, pero también arriesgado porque desvía nuestra atención de la realidad y nos vuelve cada vez más incompetentes. Es posible que mi paciente deambule de adivino en adivino por el resto de sus días, buscando el prodigio de una resurrección imposible de alcanzar.


Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso