Ya tenemos todo lo que necesitamos,
así que no hay necesidad de superarse.
Todas esas películas que nos acabamos creyendo
—el miedo terrible a que somos malos
y la esperanza de que somos buenos,
las identidades a las que nos aferramos
con tanto cariño, la rabia, los celos y
las adicciones de todo tipo—
nunca afectan nuestra riqueza fundamental.
Son como nubes que temporalmente
ocultan el sol, pero nuestro brillo y
calidez están ya aquí mismo.
Somos realmente así
y solo nos separa un pestañeo
del estado completamente despierto.
Leído y tomado del blog:
Sincronia