martes, 1 de octubre de 2013

DEJAR DE HACER DAÑO



La atención nos permite ver las cosas cuando surgen, y la comprensión nos permite no aceptar la reacción en cadena que las hace tomar una dimensión incontrolada.

Mantenemos las cosas en su tamaño diminuto; las mantenemos pequeñas. No se expanden hasta convertirse en la Tercera Guerra Mundial ni derivan en violencia doméstica. Y todo ello viene de aprender a detenernos un momento, de aprender a no repetir las cosas impulsivamente una y otra vez. Detenerse un momento en lugar de llenar el espacio de manera inmediata es una experiencia transformadora. Cuando esperamos, comenzamos a conectar con la inquietud fundamental y con la amplitud fundamental.

Así es como dejamos de hacer daño. Empezamos a conocernos completamente y a respetarnos. Podemos permitir que ocurra cualquier cosa; podemos encontrarnos con cualquier cosa sentada en el comedor de casa sin perder el control. Hemos sido procesados completamente por el autoconocimiento, procesados por esta atención honesta y delicada.

Este proceso nos conecta con el fruto de no hacer daño, que es un bienestar fundamental de cuerpo, discurso y mente. El bienestar corporal es como una montaña, y en una montaña ocurren muchas cosas: graniza, soplan los vientos, llueve y nieva. El sol la calienta mucho con sus rayos, las nubes pasan, los animales defecan y orinan en ella, y la gente también. 

Alguna gente deja sus basuras por allí y otros las recogen. En la montaña vienen y van muchas cosas, pero ella siempre permanece allí. Cuando nos hemos visto completamente, hay una quietud en el cuerpo que es como una montaña. Ya no damos saltos ni tenemos que rascarnos la nariz, tirarnos de la oreja, golpear a alguien, ir corriendo de un lado a otro o beber para olvidar. El resultado de una relación óptima con nosotros mismos es que permanecemos tranquilos, lo que no significa que no corramos, saltemos o bailemos. 

Significa que no hay compulsión. Ya no trabajamos en exceso, no comemos en exceso, no fumamos en exceso y no seducimos en exceso. En resumen, empezamos a dejar de hacer daño. 

Del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron