No hay mapas para ir al encuentro del amor trascendente, pero es indispensable que el otro despierte en nosotros cierto tipo de incondicionalidad.
Este toque incondicional del amor se manifiesta en la sensación de un encuentro de almas, en la atracción, en las ganas de estar juntos... No se puede explicar, es ese bienestar, esa alegría del corazón que se siente por el solo hecho de que el otro esté cerca.
Cuando esa llama arde en nuestro corazón, parece que estuviéramos en las nubes... Pero, claro, no somos puro corazón y no siempre podemos estar en las nubes, también vivimos en forma terrenal tenemos necesidades, gustos, cautelas y preocupaciones que influyen en la relación. Dicho de otra forma, necesitamos también que el otro encaje en nuestras preferencias. Llamo a esto el aspecto condicional del amor, y resulta difícil y pernicioso ignorarlo por completo. Porque como anuncia el Talmud desde hace más de dos mil años: un pájaro y un pez pueden enamorarse y hasta casarse, pero ¿dónde harían el nido?
Estos dos aspectos del amor, la incondicionalidad con la que se encuentran las almas y la condicionalidad que imponen los gustos y las preferencias de ambos, deben seguir presentes y ser al menos compatibles para que la pareja trascienda.
Al elegir una pareja, en primer lugar, tenemos que dejar que el corazón, el alma, nos guíe y después que la cabeza acompañe, porque a menos que se trate de un pez y un pájaro, siempre es posible llegar a encontrar un terreno en común en nuestros gustos. Podemos acomodar nuestras condiciones, pero no es posible «fabricar» lo incondicional; el encuentro de almas sucede o no sucede.
No es posible establecer proporciones de uno y otro encuentro. Varía de pareja en pareja y, de hecho, es normal que cambien con el tiempo. Por ejemplo, la primera etapa, la del noviazgo, es un terreno propicio para que se desarrolle el encuentro incondicional, pero después, al casarnos y construir un proyecto, formamos un hogar, tenemos hijos, y hacemos planes para el futuro personal y profesional, individual y compartido. Es entonces cuando crecen los aspectos más condicionados del amor: disfrutamos de la sensación de estar remando juntos en el mismo barco y en igual dirección.
Muchas parejas caen en el error de descuidar en estas etapas el cultivo del amor incondicional que habita en cada uno, olvidando los tan importantes espacios donde se disfruta de «hacer nada juntos», especialmente una vez establecidos y conviviendo, cuando el proyecto en el mundo externo no necesita tanto de nuestra atención.
No es casual que aparezcan muchísimas crisis de pareja, como la mayoría de los pacientes denuncian: «Justo cuando lo teníamos todo y podíamos empezar a disfrutarlo». Durante estas crisis todo parece bonito y ordenado, pero si no hay encuentro de almas la vida en pareja se puede volver un gran vacío y la rutina terminará abarcándolo todo.
Del libro:
SEGUIR SIN TI
Silvia Salinas y Jorge Bucay
SEGUIR SIN TI
Silvia Salinas y Jorge Bucay