sábado, 12 de octubre de 2013

FÁCIL Y DIFÍCIL


«Se cuenta que había un gran maestro llamado Buso, que era casado y tenía una hija, todos con fama de sabiduría y santidad. Un día se acercó un hombre al maestro y le preguntó: «La iluminación, ¿Es fácil o es difícil?». Y Buso le contestó: «Es tan difícil como alcanzar la luna». No conforme, el hombre se acercó a la mujer de Buso y le hizo la misma pregunta, a lo que ella le contestó: «Es muy fácil. Es tan fácil como beberse un vaso de agua».

Intrigado se quedó el hombre, y para salir de dudas le hizo la misma pregunta a la hija del maestro, que le contestó: «¡Hombre!, si lo haces difícil es difícil, pero si lo haces fácil...».

Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad, sin engañarte, porque el ver significa cambio, nada a qué agarrarse, y estamos acostumbrados a buscarnos asideros y a andar con muletas. En cuanto llegas a ver con claridad tienes que volar, y volar es no tener nada en donde agarrarte.

Necesitamos desmontar la tienda en la que nos refugiábamos y seguir por el sendero adelante sin apoyos.

El susto mayor es por la aniquilación de todo miedo, puesto que los miedos han sido el manto en el que nos envolvíamos para no ver ni ser vistos.

Dejar las cosas atrás y enfrentarse a la felicidad, cuando no quieres ser feliz a ese precio. Una felicidad que has de expresar tú y no esperar a que te la den hecha. Aunque vas diciendo que buscas la felicidad, lo cierto es que no quieres ser feliz. Prefieres volver al nido antes que volar porque tienes miedo, y el miedo es algo conocido y la felicidad no.

En mi profesión de psicólogo advierto cada día esto. Lo primero que tiene que entender el buen psicólogo es que el que viene a él no busca la curación, sino el alivio, la comodidad, pero no quiere cambiar; es demasiado expuesto y comprometido.

Es como aquel que estaba metido en la porquería hasta la boca y lo único que le preocupa es que no le hagan olas, no que lo saquen de allí. Lo malo es que la mayoría equiparan la felicidad con conseguir el objeto de su apego, y no quieren saber que la felicidad está precisamente en la ausencia de los apegos, y en que ninguna persona ni cosa tenga poder sobre ti.

Del libro:
La Iluminación es la Espiritualidad
Anthony de Mello