Toda ansiedad, toda insatisfacción, todas las razones para esperar que nuestra experiencia podría ser diferente de lo que es, están enraizadas en nuestro miedo a la muerte. El miedo a la muerte siempre es el trasfondo.
Como dijo el maestro Zen Shunryu Suzuki Roshi, la vida es como montarse en una barca que va a salir a navegar al mar y se va a hundir. Pero, por mucho que hayas oído hablar de la muerte, es muy duro creer en tu propia muerte. Aunque muchas prácticas espirituales nos aconsejan tomarnos la muerte en serio, es sorprendente lo difícil que resulta dejarlas llegar. La única cosa con la que verdaderamente podemos contar resulta increíblemente lejana para todos nosotros. No llegamos a afirmar descaradamente: «De ninguna manera, no me voy a morir”, porque evidentemente sabemos que sí, pero está claro que será después. Ésta es la mayor de las esperanzas.
Trungpa Rinpoche dio una vez una conferencia pública
titulada: «La muerte en la vida cotidiana.» Hemos sido
criados en una cultura que teme la muerte y nos la oculta.
Sin embargo, la experimentamos constantemente, la
experimentamos en forma de decepciones, de cosas que
no funcionan. La experimentamos en la forma de que
todas las cosas están en un proceso de continuo cambio. El
final del día, el final de un segundo, la espiración... eso es
la muerte en la vida cotidiana.
También podríamos definir la muerte en la vida
cotidiana como la experiencia de todas las cosas que no
deseamos: nuestro matrimonio no funciona, nuestro
empleo no se estabiliza. Tener una relación con la muerte
en la vida cotidiana significa que empezamos a ser capaces
de esperar, de relajarnos en la inseguridad, en el pánico,
en la vergüenza, en las cosas que no funcionan. A medida
que pasan los años, no llamamos a la niñera tan
rápidamente.
Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron