La muerte y la desesperanza nos proporcionan la motivación adecuada para vivir una vida llena de entendimiento y compasión. Pero casi todo el tiempo nuestra principal motivación es defendernos de la muerte.
Habitualmente tratamos de defendernos de cualquier sensación problemática, siempre estamos intentando negar que el cambio es algo natural, que la arena se desliza entre nuestros dedos. El tiempo pasa. Es algo tan natural como el cambio de estaciones o que el día se convierta en noche. Pero envejecer, enfermar, perder a los seres queridos, no solemos considerarlos eventos naturales. Pase lo que pase queremos defendernos de la muerte.
Cuando algo nos recuerda la muerte, sentimos pánico.
No es que simplemente nos hayamos cortado el dedo, que la sangre fluya y que nos pongamos una tirita. Siempre añadimos algo más, algo de nuestra cosecha personal.
Algunos nos sentamos estoicamente y sangramos sobre nuestra ropa. Otros nos ponemos histéricos; no sólo nos ponemos una tirita, sino que llamamos a la ambulancia y vamos al hospital. Hay quien se pone tiritas de diseño.
Pero, sea cual sea nuestro estilo, no es algo simple, no es algo desnudo y sin artificio.
Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron