Del amor hemos hablado y seguiremos hablando, pero quiero ocuparme aquí de las otras dos patas de esta mesa (confianza y atracción).
No importa si es un varón, una mujer, un amigo, un hermano... el otro tiene que ser atractivo para mi. Me tiene que gustar lo que veo, lo que escucho, lo que es el otro es. No todo, pero me tiene que gustar.
Si en verdad el otro no me gusta, si no hay nada que me atraiga, podremos tener una relación cordial, podremos trabajar juntos, podremos cruzarnos y hacer cosas de a dos, pero no vamos a poder intimar.
Para poder intimar, además de la apertura, la confianza, la capacidad para exponerme, el vínculo afectivo, la afinidad, la capacidad de comunicación, la tolerancia mutua, las experiencias compartidas, los proyectos, el deseo de crecer y demás, como si fuera poco el otro, fundamentalmente, tiene que gustarme, tengo que poder ser atraído por el otro.
El gusto por el otro no es necesariamente físico. Puede gustarme su manera de decir las cosas su manera de hacer, su pensamiento su corazón. Pero, repito, la atracción tiene que estar.
Existen algunas parejas a las que les gustaría mucho intimar, pero se encuentran con quien si bien es cierto que se quieren muchísimo y que pueden confiar, algo ha pasado con la posibilidad de gustarse mutuamente: se ha perdido. Entonces llegan a un consultorio, hablan con una pareja amiga o con un sacerdote y dicen: “No se qué nos pasa, nada es igual, no tenemos ganas de vernos, no sé si nos queremos o no”, y a veces, lo único que pasa es que la atracción ha dejado de suceder hace tiempo.
Anímense a hacer un ejercicio.
Elijan a alguien con quien creen que tienen una relación íntima y hagan cada uno por separado una lista de todo lo que creen que hoy les atrae de esa persona. Atención, digo HOY. No lo que les atrajo allá y entonces, sino lo que les gusta de ese otro ahora. Después, siéntense un largo rato juntos y compartan sus listas.
Aprovechen a decírselo en palabras. Es tan lindo escuchar al otro decir: “Me gusta de vos...”.
De las tres patas, la de la atracción tiene una característica especial: es la única que no tiene memoria.
Yo no puedo sentirme atraído por lo que fuiste, sino por lo que sos.
Sin embargo yo recuerdo aquel día en que te conocí. Pienso en ese momento y se alegra el alma al rememorar. Es verdad, pero eso no es atracción, es nostalgia.
Puedo amarte por lo que fuiste, por lo que representaste en mi vida, por nuestra historia. De hecho, confio en vos por lo que ha pasado entre nosotros, por lo que has demostrado ser. Pero la atracción funciona en el presente porque es amnésica.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay