Has de ser como una madre que está atenta por si su bebé llora. Si una madre está trabajando en la cocina y oye que su bebé llora, deja lo que está haciendo y va a tranquilizarlo.
Quizá estuviera cocinando una sopa muy rica; la sopa es
importante, pero lo es mucho menos que el sufrimiento de su
su hijo. Cuando entra en ésta es como si hubiera llegado el sol
porque la madre está llena de calidez, interés y ternura. Lo
primero que hace es coger en brazos al bebé y abrazarlo
tiernamente. Cuando la madre lo abraza, su energía penetra en
él y lo tranquiliza. Eso es exactamente lo que tienes que
aprender a hacer cuando la ira empiece a surgir. Debes dejar
cualquier cosa que estés haciendo, porque la tarea más
importante es volver a ti mismo y ocuparte de tu bebé, tu ira.
Nada es más urgente que cuidar muy bien de tu bebé.
¿Te acuerdas que cuando eras pequeño y tenías fiebre
aunque te dieran una aspirina o alguna otra medicina no te
sentías mejor hasta que tu madre venía y te ponía la mano
sobre la ardorosa frente? ¡Qué agradable era! Su mano era
como la de una diosa. Cuando te tocaba con ella, entraba en tu
cuerpo una oleada de frescor, amor y compasión. La mano de tu
madre es tu propia mano. Su mano sigue viviendo en la tuya si
tú sabes cómo inspirar y espirar, y ser consciente. De ser así,
cuando te toques la frente con tu propia mano, sentirás que la
mano de tu madre sigue ahí, tocando tu frente. Gozarás de la
misma energía de amor y ternura.
La madre sostiene atentamente a su bebé, concentrándose
totalmente en él.
El bebé se siente mucho mejor porque su madre lo sostiene
con ternura, es como una flor abrazada por el sol. Ella sostiene
a su hijo no sólo para abrazarlo, sino para averiguar qué le
ocurre. Como es una verdadera madre y tiene mucho talento,
descubre enseguida qué le pasa a su hijo. Es una especialista en
bebés.
Como practicantes, hemos de ser especialistas en la ira.
Hemos de ocuparmos de ella, practicar hasta que entendamos
las raíces de nuestra ira y cómo funciona.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh