domingo, 9 de febrero de 2014

SINCERIDAD Y SINCERICIDIO


La franqueza, la sinceridad y la confianza son cosas demasiado importantes como para andar regalándoselas a cualquiera. Siempre digo que hay una gran diferencia entre sinceridad y sincericidio (decirle a mi jefe que tiene cara de caballo se parece mas a una conducta estúpida que a una decisión filosófica).

En la vida cotidiana no ando mostrándole a todo el mundo quién soy, porque la sinceridad es una actitud tan importante que hay que reservarla sólo para algunos vínculos, como veremos mas adelante.

Intimidad implica entrega y supone un entorno suficientemente seguro como para abrirnos. Sólo en la intimidad puedo darte todo aquello que tengo para darte.

Porque la idea de la entrega y la franqueza tiene un problema. Si yo me abro, quedo en un lugar forzosamente vulnerable.

Desde luego que si, la intimidad es un espacio vulnerable por definición y por lo tanto inevitablemente riesgos.

Con el corazón abierto, el daño que me puede hacer aquel con quien intimo es mucho mayor que en cualquier otro tipo de vínculo.

La entrega implica sacarme la coraza y quedarme expuesto, blandito y desprotegido.

Intimar es darle al otro las herramientas y la llave para que pueda hacerme daño teniendo la certeza de que no lo va a hacer.

Por eso, la intimidad es una relación que no se da rápidamente, sino que se construye en un proceso permanente de desarrollo y transformación. En ella, despacito, vamos encontrando el deseo de abrirnos, vamos corriendo uno por uno todos los riesgos de la entrega y de la autenticidad, vamos develando nuestros misterios a medida que conquistamos mas espacios de aceptación y apertura.

Una de las características fundamentales de estos vínculos es el respeto a la individualidad del otro.

La intimidad sucederá solamente si soy capaz de soslayarme, regocijarme y reposarme sobre nuestras 
afinidades y semejanzas, mientras reconozco y respeto todas nuestras diferencias.

De hecho, puedo intimar únicamente si soy capaz de darme cuenta de que somos diferentes y si tomo, no 
sólo la decisión de aceptar eso distinto que veo, sino además la determinación de hacer todo lo posible para 
que puedas seguir siendo así, diferente, como sos.

Las semejanzas llevan a que nos podamos juntar.
Las diferencias permiten que nos sirva estar juntos.

Por supuesto que también puede pasar que, en ese proceso, cuando finalmente esté cerca y consiga ver con 
claridad el pasajero dentro del carruaje, descubra que no me gusta lo que veo.

Puede suceder y sucede. A la distancia, el otro me parece fantástico, pero a poco de caminar juntos me voy 
dando cuenta de que en realidad no me gusta nada lo que empiezo a descubrir.

La pregunta es: ¿Puedo tener una relación íntima con alguien que no me gusta?
La respuesta es NO.

Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay