¿Por qué nos precipitamos a una nueva relación?
Tres causas: necesidad de ser amados, baja tolerancia al dolor afectivo o revanchismo.
Algunos no soportan el dolor porque químicamente no son capaces y otros simplemente han vivido rodeados de un exceso de mimos y se desesperan ante el primer atisbo de malestar. Las cobardías también pueden ser no generalizadas y localizarse en eventos o situaciones muy idiosincrásicas. Por ejemplo, ciertos individuos aguantan estoicamente las embestidas de la vida, como si fueran fieros guerreros, pero cuando se trata del amor y sus dolencias se vuelven especialmente enclenques y melindrosos.
La susceptibilidad aquí no se refiere a la necesidad de ser amado, sino a la intolerancia al dolor afectivo. En el primer caso, el sujeto aquejado busca un nuevo amor que aquiete la apetencia; en el segundo, un amor con propiedades meramente analgésicas.
La hipersensibilidad al sufrimiento afectivo (por ejemplo, desamor, discusiones con la pareja, celos, apego o miedo a perder al otro) puede tomar cualquier rumbo. En mi consulta he visto a hombres y mujeres sobresalientes en distintos campos, inteligentes y exitosos, doblegados como niños indefensos ante el dolor de un amor imposible.
Las personas que son muy vulnerables al sufrimiento amoroso tratan de buscar rápidamente a alguien que les alivie el tormento de un amor enquistado. Un hombre me comentaba: «He encontrado a una mujer maravillosa: cuando estoy con ella, dejo de pensar en mi ex». Lo que más le atraía de ella era el poder narcótico que ejercía sobre él: no necesitaba amor, sino anestesia.
Extracto del libro:
Manual Para No Morir de Amor
Walter Riso