Aquel que tiene un hermano con el que no se relaciona, de alguna manera tiene un agujero en su estructura: ha perdido un pedazo de su vida.
Creo que no exagero si sostengo que en los conflictos entre hermanos el 75% del problema ha sido enseñado por los educadores.
La historia de los hermanos es fatal cuando alguno de los hijos queda excluido del amor de los padres, o por lo menos, de su cuidado y de su atención.
No digo que se quiere a los hijos por igual, porque no es verdad. Después de un tiempo empiezan las afinidades y los padres se relacionan con cada uno de los hijos de diferente manera en diferentes momentos y con distintos grados de sintonía.
Aquella exclusión siempre es dañina, pero es peor cuando estas historias se destapan después de la muerte de los padres, cuando ya no se puede hacer nada para arreglarlo.
Con el tiempo entran en juego algunos parentescos que suelen complicar los vínculos con resultantes poco felices, como el de la nuera o el yerno...
Desde las asociaciones de los nombres, estas dos relaciones vienen signadas por la mala onda.
Etimológicamente, la palabra “yerno” viene de “engendro”, no porque el yerno sea un engendro, sino porque en realidad el yerno se elegía para engendrar la prole con la hija. Pero de todas maneras de allí viene. Sobre el término “nuera” hay un viejo chiste que dice que la palabra la inventaron las madres de los novios: “NUERA”...nuera... nu era para mi hijo esa chica”...
Los problemas con el yerno y con la nuera suceden porque, de alguna manera, son sindicados por los ahora suegros como impostores, usurpadores de parentesco, ladrones de afectos, y por supuesto, responsable excluyentes de todo lo que nuestros hijos hacen equivocadamente.
Si los hijos son vividos como una prolongación, la familia política es muchas veces vivida como un grupo de personas extrañas que ocupan un lugar en la mesa sin ser uno de nosotros.
Sucede que ese casi extraño, no es ni mas ni menos que la persona que mi hijo o hija eligió para compartir su vida. Y además algunos estudios demuestran que quizás las viejas y tan tradicionales rivalidades con las suegras no estén generadas por estas vivencias, sino mucho mas simbólicamente porque, tres de cada cuatro veces, la manera de ser de la suegra es estructuralmente bastante parecido a la del yerno.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay