lunes, 21 de julio de 2014

TRANSFORMANDO LA IRA JUNTOS


«Cariño, estoy enojado, estoy sufriendo».
«Estoy haciendo lo que puedo».
«Por favor, ayúdame. Cariño, necesito tu ayuda».

Si yo fuera la otra persona y tú compartieras estas tres frases conmigo, yo vería que me eres muy fiel y que me amas de verdad. No sólo compartes tu alegría cuando eres feliz, sino que cuando sufres también compartes tu sufrimiento. Al decirme que estás haciendo todo lo que puedes, me inspiras confianza y respeto porque eres un verdadero practicante. Eres fiel a lo que has aprendido, a las enseñanzas y a la comunidad de practicantes. Cuando practicas estas tres frases, estás abrazando en tu corazón a tu maestro y a tu sangha.

Como estás haciendo todo lo que puedes, yo también acabo haciéndolo. Vuelvo a mí mismo y practico. Para ser digno de ti, he de observarme profundamente y hacer también todo lo que pueda. He de preguntarme: « ¿Qué he dicho, qué he hecho para hacerle sufrir así? ¿Por qué he hecho eso?».

Sólo con escucharte, sólo con leer la nota de paz que me has dado, puedo ya recuperarme. Después de que el Dharma te ha conmovido a ti, está empezando a conmoverme a mí, y ahora he de ser yo quien aloje en mi ser la energía de ser consciente.

Cuando la otra persona reciba tu mensaje, un mensaje expresado con palabras afectuosas, se sentirá inspirada por tu amor, tu lenguaje y tu práctica. Al recibir este mensaje experimentará un gran despertar y sentirá un gran respeto.

Deseará volver a sí misma y plantearse de nuevo si ha hecho o ha dicho algo que te haya hecho sufrir. De esta forma le habrás transmitido tu práctica. Verá que estás haciendo todo lo que puedes, y para responder a ello también hará lo mismo. Se dirá en su fuero interno: «Cariño, yo también estoy haciendo todo lo que puedo».

Esto es maravilloso, los dos estáis practicando y el Dharma se aloja ahora en ambos. El Buda vive en vosotros, ya no hay ningún peligro, habéis vuelto a vosotros mismos con la práctica de observar profundamente para comprender de verdad la situación. Ahora es cuando podemos descubrir en nuestro interior lo que realmente está ocurriendo, y debemos contárselo enseguida a la otra persona.

Quizá hayas comprendido que te has enojado por culpa de una percepción errónea. Cuando lo descubras, cuéntaselo a la otra persona en el acto, dile que sientes haberte enojado por nada. Ella no ha hecho nada malo, tú te has enojado porque has malinterpretado la situación. Telefonéale, envíale un fax o un email, porque estará muy preocupada por tu sufrimiento y cuando se lo cuentes se sentirá mejor enseguida.

Al reflexionar sobre lo que ha pasado, la otra persona puede que descubra que también ha dicho o hecho algo porque estaba  irritada o por una percepción errónea.

Te dice que siente lo que ha dicho o hecho, pero también ha de compartir contigo lo que ha descubierto: «Cariño, el otro día estaba distraída. Dije algo que no estuvo bien, tuve una percepción errónea, me comporté con crueldad y me doy cuenta de que lo hice porque actué con torpeza, pero no pretendía hacerte sufrir. Te pido perdón y te prometo que la próxima vez estaré más atenta». Cuando recibes este mensaje dejas de sufrir y en tu corazón sientes un gran respeto por la otra persona. Ahora ella es un copracticante. El mutuo respeto que os profesáis seguirá aumentando, y el respeto es la base del verdadero amor.

Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh