sábado, 28 de febrero de 2015

LO QUE NO SE PUEDE EXPLICAR CON PALABRAS (Un ejercicio sencillo)


EJERCICIO (Anthony de Mello):

Mirar todo lo que alcance vuestra vista sin poner ningún nombre. Pasar más allá del concepto y ver la realidad que hay detrás de cada cosa, sin fragmentación, englobado, tratando de descubrir la unidad. No podrás explicarlo con palabras. No existen las etiquetas para la realidad. Por eso, al místico, no le dan ganas de hablar, ¿Cómo explicaría el mundo que él descubre viviendo metido en la realidad que le descubre la sabiduría?. Sólo te cuenta parábolas, para ver si sacas su esencia.

Eso mismo hacen los poetas. León Felipe dice: «La distancia entre un hombre y la realidad es un cuento». El poeta, por medio de un cuento, te hace captar una realidad sin etiquetas. No se puede narrar lo inefable sin disparates que parecen sin sentido, que van más allá de los conceptos, como ocurre en los Evangelios.

Lo que nos narran los Evangelios es un misterio, pero luego, la Iglesia, ha querido encerrar ese misterio en una cárcel de conceptos y normas. Si no eres capaz de expresar la esencia del árbol con el nombre «árbol», ¿Cómo vas a tratar de expresar a Dios?. «El que sabe no dice. El que habla no sabe». Eso dicen en Oriente.

El mismo idioma constituye una forma de programar a las personas. En realidad, nadie tiene la capacidad de ofenderte. Es la forma en que yo interpreto el lenguaje lo que me ofende. Ocurre cuando yo relaciono esa palabra que has dicho con una imagen determinada o un concepto. Es la etiqueta que lleva colgada la palabra.

Sólo algo de la realidad queda desvelada por la palabra que empleamos continuamente, y con esa fracción nos movemos, sin indagar dónde queda lo demás. Hasta los científicos reconocen no conocer más que uña parte pequeñísima de la realidad. Algo nos da a conocer el concepto y la palabra, pero el movimiento, la inmensidad, el no poder expresarla ni encajarla, ni definirla, eso, lo tenemos que extorsionar cuando querernos expresarlo con palabras.

El ciego, cuando le describen con palabras lo que es el color amarillo, no tiene ni la menor conciencia de cómo es ese color. Para comprender la realidad, el místico hace como el pájaro, no agarrarse a nada. La realidad no se deja encerrar en fórmulas.

Todas las religiones creen, o quieren, tener la verdad, poseer toda la verdad. La Realidad, la Verdad, por ser una no es de nadie en exclusiva, porque es de todos, pero menos lo es de los que quieren cristalizarla, porque eso que se deja atrapar, ya no es verdad.

«Cuando el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo».
Eso es lo que ocurre con las religiones cuando quieren atrapar la verdad. E igual ocurre con los idealistas en política, y en cualquier campo en que se trata de poseer la verdad.

El terrorista es un hombre programado para morir por su tierra, por su política, por su religión o por algo que cree su verdad. Y lo hace creyendo liberar al mundo y encontrar en ello la felicidad. Y lo único que ocurre es que son unos «indoctrinados» — no conocen la sabiduría —. Es posible que alguno no lo sea, pero la mayoría son producto de un fanatismo proporcionado por su programación cultural o religiosa. Y lo peor es que no tienen la menor conciencia del daño que, con su fanatismo, pueden hacer.

Los indoctrinados dieron pie a cosas tan crueles como el quemar en la hoguera a los considerados herejes, o brujas, en nombre de la religión fanática.
La verdadera religión tendría que liberarnos, quitarnos miedo y no esclavizarnos.

¿No predicamos que la Eucaristía es banquete de amor?. La religión ha querido sacar — traspasar — relatos del Evangelio al pie de la letra. Si hubiésemos nacido en Oriente, os daríais cuenta en seguida de que las parábolas del Evangelio, y muchos hechos narrados, son solo un cuento para que tú extraigas de ello la realidad. Allí se habla de ti. Cuando habla de si eres cabrito u oveja no se refiere a los demás, sino a ti. Y cuando habla del terreno árido, pedregoso o con espinas, no se refiere a diferentes personas, sino que tú analices cuánto tienes de árido, de pedregoso, de espinoso y también de buena tierra que da el ciento por uno.

La Buena Nueva no está hablando de un mundo separado, sino de ti, y te anuncia que todo lo malo se destruirá y lo bueno aflorará. Pero si, en vez de esto, predicamos miedo y reglas terroríficas, ¿qué Buena Nueva es ésa? Jesús trataba de liberar a la gente de la opresión. La mayoría de las personas religiosas son idólatras. Todas las cosas que se dicen de Dios, si las tomáramos al pie de la letra, ¿A dónde nos conducirían?. ¿Qué tipo de Dios predicamos?. Hay que tener cuidado, pues si no cuestionamos todo, fácilmente caeremos en esa idolatría.

Extracto del libro:
La Iluminación es la Espiritualidad
Anthony de Mello
Fotografía de internet