Cuatro maneras de idealizar al ser amado y distorsionar la realidad a favor del «amor»
2.- CENTRARSE EN LO BUENO Y EXAGERARLO
Es la otra cara de la ceguera amorosa: resaltar al máximo los aspectos positivos de la persona amada y exagerarlos. Felicitar y celebrar el buen comportamiento por encima de los negativos, aunque estos últimos sean muchísimos y considerablemente más graves. Es la compulsión por el refuerzo que se centra exclusivamente en lo «bueno» y lo multiplica hasta crear la impresión de que todo en la pareja es maravilloso.
De esta manera, el enamorado se dedica apremiar y elogiar al otro por cualquier cosa, aunque sea lo más normal del mundo: «¡Eres maravilloso!», «¡Eres genial!», «¡No hay nadie como tú!», «¡No pareces de este planeta!», y cosas por el estilo. No pienso que debamos ser rigurosamente objetivos con la persona amada (entre otras razones, porque el amor no nos deja), pero una cosa es el juego del embellecimiento romántico e inofensivo y otra, ver grandiosidad donde no la hay.
Si todos los días y a todo momento te repiten constantemente que eres lo más parecido a un dios, terminarás pensando que algo de razón podría tener el que te alaba. El día menos esperado, te miras al espejo y te dices: «¿Por qué no?». El vínculo que se crea entre un halagador compulsivo y un halagado complaciente suele ser altamente simbiótico y muy resistente al cambio. Una vez asistí a una cena con una pareja que reunía estas condiciones. Sólo por citar un ejemplo de lo que fue un rosario de felicitaciones y aplausos, me referiré a la ensalada. ¡Una simple e insípida ensalada! El hombre, que según la mujer era un experto cocinero, colocó simétricamente en un plato grande unas cuantas hojas de lechugas de la misma variedad, luego le agregó un poco de berro, dos tomates en rodajas y sobre cada rodaja un rábano. La aliñó con aceite de oliva y vinagre. La esposa se relamía con cada hoja de lechuga que probaba como si fuera un tipo especial de caviar. El resultado fue lechuga, tomate, rábanos, aceite, vinagre y media hora de comentarios sobre la importancia de la distribución de las verduras en el plato y de la proporción exacta de los componentes del aliño. Sin duda, algo cercano al delirio culinario. Mientras tanto, los comensales hacían esfuerzos denodados para encontrar la supuesta genialidad donde no la había. Yo pienso que después de tantos años de refuerzo indiscriminado, el hombre debió de haber perdido el sentido de las proporciones. Y si lo analizo con cuidado, recuerdo que él, con disimulo y amparado en una falsa modestia, se jactaba de su maestría en crear las pálidas y deslucidas ensaladas. ¡Es tan fácil crear un monstruo de vanidad...!
Si tu pareja te dice que eres el ser más hermoso, único, especial, brillante, sexy, original, creativo, trascendente, y cosas por el estilo, disfrútalo, pero no te lo tomes al pie de la letra, no te lo creas todo. Esta frase de José Ortega y Gasset nos conduce a una reflexión interesante: «No es que el amor yerre a veces, sino que es un error; nos enamoramos cuando sobre otra persona nuestra imaginación proyecta inexistentes perfecciones». ¿Cuánto proyectas? ¿Eres consciente de ello?
Extracto del libro:
Manual Para No Morir de Amor
Walter Riso
Fotografía de internet